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Actualizado: 1 de junio de 2025


Tal vez se desacredite el misionero entre aquellos bárbaros, merced a esta torpeza, y luego sea más difícil de lograr el fruto de las predicaciones. Estos y otros razonamientos más adujo Pepita para que yo aprendiese a montar a caballo, y quedé tan convencido de lo útil que es la equitación para un misionero, que le prometí aprender enseguida, tomando a mi padre por maestro.

Como si adivinara mis deseos el mediquillo de Tablanca, en cuanto me tuvo a su lado sacó a plaza el asunto de este modo: Ayer le prometí a usted, por la mañana, indemnizarle con creces por la noche de los penosos ratos que le proporcioné con el conocimiento de su pariente Gómez de Pomar. ¿He cumplido mi promesa?

Te prometí que dejándome libre la voluntad para... esas cosas, jamás me empeñaría en imponértela a ti, aunque me fuera en ello la vida. Pues hoy te repito la promesa, y sin esfuerzo, papá, créemelo. Yo empiezo a vivir ahora, y me encanta esta libertad que gozo a tu lado y entre pocos y buenos amigos. ¡Cómo han de caber en otros planes tan contrarios, ni siquiera tentaciones de hacerlos?

»No pude resistir más, y juzgando que mi posición era ya ridícula y mi rigor impertinente me juré velar por los dos y le prometí acudir al jardín así que diesen las once. »Hay que ser justo, Antoñita, y reconocer que para negarse a acceder a su demanda se habría necesitado poseer toda la discreción de los siete sabios de Grecia, y quizá me quede corto.

Una hora después, Richard Scott estaba en mi casa. «Zuzie, me dijo, prometedme aceptar lo que voy a ofreceros, prometédmeloYo le prometí. «Pues bien, con la sola condición de que mi padre no sepa nada, pongo a vuestra disposición la suma que necesitáis. ¡Pero vos no conocéis el pleito, y es preciso que sepáis lo que es, lo que vale!

De mi parte hice lo mejor que pude todo lo que me pareció que podía conducir a satisfacer su deseo; le prometí que nada sería cambiado entre nosotros y le juré conservarme fiel a sentimientos mal expresados, era posible, pero demasiado evidentes para que acerca de ellos pudiera abrigar la menor duda. Por primera vez tuve serenidad, audacia, y logré mentir y ser creído.

La cola dió todavía algunos brincos sobre la arena. ¡Pobrecillo! exclamó la condesa. ¡Para qué lo has matado! Señorita, dicen que estos animaluchos hablan con las brujas y les cuentan todo lo que oyen. Parece increíble, ¿verdad?... Pues á de chico me sucedió que una vez hablé mal del maestro con otro compañero, y prometí vengarme de él cuando fuese mayor. Un lagarto nos estaba escuchando.

¡Oh, cuerpo de ! -dijo Sancho-, que va vuestra merced muy errado en esta cuenta, porque en lo de la promesa de la ínsula se ha de contar desde el día que vuestra merced me la prometió hasta la presente hora en que estamos. -Pues, ¿qué tanto ha, Sancho, que os la prometí? -dijo don Quijote. -Si yo mal no me acuerdo -respondió Sancho-, debe de haber más de veinte años, tres días más a menos.

Pues no hay más, papá, y en eso se estaba cuando me anunciaste la venida del otro. Y ahí está el dedo malo precisamente replicó Bermúdez arañándose las palmas de las manos con las respectivas uñas . Resultó el contraste, y ¡pum!... a la cárcel Nacho. Yo no me opuse a que viniera, recuérdalo... y recuerda también lo que te prometí. ¿Qué fue lo que me prometiste? porque, a la verdad...

Propúseme, pues, tan pronto como llegase el día, poner en práctica los medios para deshacer la intriga que, sin duda, había tramado el malagueño contra . Comenzó a pesarme de no haberle dado una buena «pateadura»; pero se la prometí para la primera ocasión que se presentase.

Palabra del Dia

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