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Después bebió agua, volviendo la espalda al redondel para no ver las proezas de su compañero. Fuera de la plaza estimaba a sus rivales, con la fraternidad que establece el peligro; pero así que pisaba la arena todos eran enemigos, y sus triunfos le dolían como ofensas. Ahora, el entusiasmo del público parecíale un robo que disminuía su gran triunfo.

A ninguno es lícito mirar al Santa Sanctorum, sino sólo al Mapono ó sacerdote que es un grande hechicero ú hombre diabólico, y si alguno de los otros hechiceros de menos ciencia y menores proezas en el oficio quiere echar la vista dentro para verlos, le detiene el Mapono amenazándole que pagará al momento su delito con la vida.

Hasta tu nombre me parece de buen agüero, y pienso, Paz de mi vida, que por se está batiendo media España. Pese a quien pese, serás mía. Adiós y recibe el cariño de tu amantísimo, Fue una escena suelta que acaso no tenga jamás historiador, un episodio de aquel espantoso drama de la guerra, olvidado ante la magnitud de otras proezas.

Todo lo que tiene de bueno le viene de la naturaleza, que lo ha dotado admirablemente; como todo lo que tiene de malo es la consecuencia de instituciones profundamente corruptoras. Es un pueblo leal, honrado, hospitalario, sumamente sobrio y frugal, sufrido, valeroso, capaz de todas las proezas y de todos los esfuerzos de una gran raza.

Le veía «como si fuese otro». Si volviese a ser el Gallardo de los antiguos tiempos, tal vez le recibiría mejor. Las hembras sólo aman a los valientes. Y el torero se engañaba con estas ilusiones, tomando lo que era un capricho muerto para siempre por momentáneo desvío que él podía vencer en fuerza de proezas. Doña Sol se levantó.

Mientras estaba lavándose, desnudo de la cintura arriba, don Fermín se acordaba de sus proezas en el juego de bolos, allá en la aldea, cuando aprovechaba vacaciones del seminario para ser medio salvaje corriendo por breñas y vericuetos; el mozo fuerte y velludo que tenía enfrente, en el espejo, le parecía un otro yo que se había perdido, que había quedado en los montes, desnudo, cubierto de pelo como el rey de Babilonia, pero libre, feliz.... Le asustaba tal espectáculo, le llevaba muy lejos de sus pensamientos de ahora, y se apresuró a vestirse.

Siete años contaría, cuando su madre, conociendo por la chispa de que ya se hizo mención y por otras proezas análogas, que era apto para las fatigas del mundo, comenzó á darle los tres mendrugos diarios de pan envueltos en soplamocos y puntapiés.

Más alta que su esposo, tenía la mirada dominante y la robustez física que había hecho posibles las heróicas proezas de Agnes Dunbar, de las condesas de Salisbury y de Monfort y de otras damas inglesas que habían demostrado ser tan animosas como sus nobles maridos llegada la ocasión, y poco menos expertas que ellos en el manejo de la espada ó del hacha de combate.

Y no bastan todas tus reflexiones, que hago mías, para que deje yo de lamentar la pérdida de la ilusión que me había forjado: que el recuerdo de doña Sol fuese como la estrella que me guiase en mis peregrinaciones, y que mi amor y mi esperanza de ser amado me prestasen aliento para dar cima a las proezas más altas.

Villalegre no era el único teatro de sus proezas, sino que, a pesar de las amonestaciones y reprensiones de su padre, a menudo muy duras, se solía ir de parranda al campo o algunos lugares cercanos, y en dos o tres días no aparecía por su casa. Don Paco no tenía, pues, rivales.