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Actualizado: 15 de julio de 2025


Púsose Butrón al oír a Pulido muy enfadado, levantando los brazos como si quisiese coger las bambalinas. ¿Que trae cara de presidenta?... ¡Pues se quedará con la cara, Pulido!... ¡No faltaba más!

Pues yo la recomendaré a usted a la superiora y le hablaré a la marquesa de Villasis, que es presidenta del consejo...

Sólo Lola Madariaga, que se enorgullecía de ser muy caritativa y era presidenta, secretaria y tesorera de tres sociedades de beneficencia, respectivamente, fué la única que se aventuró a hablar con ellos y aun esparció algunas monedas de plata. Pero de la oscuridad partieron al cabo frases obscenas, algunos insultos que la obligaron a retirarse.

Algunas señoras consultaban con ella sus casos de conciencia, y la hicieron presidenta de una escuela dominical de adultas, a las cuales comenzó a explicar la doctrina y la moral cristianas, con tanta claridad y elocuencia que no había otra cosa de qué hablar.

Don Víctor oprimía entre las suyas las manos de aquella esposa que le envidiaba un pueblo entero. Un ¡adiós! llenó los ámbitos de la Plaza Nueva: era un adiós triste de verdad, era la despedida de la maravilla del pueblo; Vetusta en masa veía marchar a la nueva Presidenta de Sala como pudiera haber visto que le llevaban la torre de la catedral, otra maravilla.

Le juro que no fué cosa fácil. ¡Maldita sea...! ¡Qué batalla...! Menos mal que acabamos ganándola por nuestra propia autoridad. Sin embargo, la querida marquesa se atribuyó todo el mérito de la victoria y se hizo nombrar presidenta. SITA. ¡Parece que usted no la quiere mucho...! LA GENERALA. La detesto, y ella me paga en la misma moneda.

Por esto, por otras razones expuestas ya y por otras muchas que sería prolijo exponer aquí, vendría como de molde una dama discreta para presidenta de la Junta. De cada cinco funciones había de haber una cuyo producto líquido se consagrase á establecimientos de beneficencia. Buena falta hacen en España.

El boticario, que tenía mucha gana de ir a la tertulia, aceptó las condiciones, y siempre que fue se dejó el libre pensamiento en su casa, aunque no pudo dejarse ni quiso cortarse su endiablada y taumatúrgica uña. Durante mucho tiempo fue doña Inés la única señora que en la tertulia había. Parecía aquello un club de caballeros con una señora presidenta.

Así, pues, y repito que yo estoy fantaseando una utopía, si de mi dependiera, yo elegiría á una dama discreta é ilustrada para presidenta del teatro normal ó modelo.

En la conciencia de todas las señoras presentes brotó al mismo tiempo la idea de que aquella era la llamada a ser la presidenta, porque a todas se imponía la marquesa por diversos conceptos: las sensatas y honradas admiraban en ella el tipo de la gran señora de virtud y de prestigio, digna y afable, que, firme en sus convicciones en medio de una sociedad frívola y corrompida, imponía sobre todos, callando siempre, la poderosa crítica del buen ejemplo.

Palabra del Dia

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