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Actualizado: 8 de noviembre de 2025
Pues Leto, según me ha dicho, aprendió a pintar así... porque algo ya lo sabía él desde el Instituto, con un compañero de posada que tuvo en Madrid, y parece que era pintor de nota... Eso es. Se querían mucho los dos y aún se escriben de vez en cuando. El pintor está en Roma ahora. ¿De modo que ésta es la gran afición de Leto? preguntó Bermúdez.
Pérez optó por lo último: la visita de la Bastilla hecha el mismo día no le había satisfecho, y descansó en una posada elegida por M. D'Incarville.
Las cinco horas que empleamos hasta llegar a Manzanos fueron para mí tristes, a posar de la charla animada y espiritual de Roberto Suárez, Carlos Sáenz y Julio Mallarino, que me acompañaban. Una vez en la posada donde debíamos pasar la noche, nos preocupamos de la forzosa restauración de dessous le nez, como dice Rabelais.
Se iba a cubierta cuando el tiempo era malo; y en la bonanza se estaba el día en el puente, apuntando sus razones en papel de hilo, y dando a que le llenaran de tinta el tintero de cuerno, «porque la maldad no se cura sino con decirla, y hay mucha maldad que decir, y la estoy poniendo donde no me la pueda negar nadie, en latín y en castellano». Si en Madrid estaba el rey, antes que a la posada a descansar del viaje, iba al palacio.
Véanse las noticias que acerca de esta posada di ha poco en el prólogo de mi edición crítica de la mencionada novela cervantina. Llegad. No, no tengáis miedo.
No acabó de sosegarse la huéspeda, y siempre estuvo rezando hasta que se fué el Corregidor y vió salir libre a su marido, el cual, en tanto que estuvo con el Corregidor le dijo: Hoy hacen, señor, según mi cuenta, quince años, un mes y cuatro días que llegó a esta posada una señora en hábito de peregrina, en una litera, #con una niña recién nacida#, y acompañada de cuatro criados de a caballo, y de dos dueñas y una doncella, que en un coche venían.
En el año de 1633, un caballero navarro y de posición, que vino á Sevilla á particulares asuntos, hospedóse en la posada de la calle de Harinas, y como quiera que el tal fuese joven y de sangre inquieta, comenzó á requebrar á la mujer del posadero, con tanta insistencia y tan arriscado, que la mujer llegó á alarmarse, viéndose precisada á tomar algunas medidas para defenderse del peligro que la amenazaba.
Todas, pues, se dieron el parabién de que León Hebreo no hubiera sido gravemente ofendido. El Rey, no sin meditar para mejor ocasión algo en desagravio y obsequio de León Hebreo, hizo que, por lo pronto, dos de su guardia de a pie le acompañasen y le escoltasen hasta su posada.
Y al momento fué a avisar al Corregidor de lo que pasaba, y de como estaban dos caballeros en su posada, que venían por Costanza. Acababa de comer el Corregidor, y con el deseo que tenía de ver el fin de aquella historia, subió luego a caballo y vino a la posada del Sevillano, llevando consigo el pergamino de la muestra.
Salieron los tres de la posada, y el anciano siguió el camino del valle con el fin de subir a la cima del Hirschberg, situada enfrente; sus hijos le acompañaron, y pronto se encontraron todos a la orilla del bosque.
Palabra del Dia
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