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Actualizado: 25 de mayo de 2025


17 Y estando Pedro dudando dentro de qué sería la visión que había visto, he aquí, los hombres que habían sido enviados por Cornelio, que, preguntando por la casa de Simón, llegaron a la puerta. 18 Y llamando, preguntaron si un Simón que tenía por sobrenombre Pedro, posaba allí.

El delantero, ordinariamente bromista, alegre y revoltoso, manejaba el badajo de la Wamba con una seriedad de arúspice de buena fe. Cuando posaba para la hora del coro así se decía Bismarck sentía en algo de la dignidad y la responsabilidad de un reloj.

El Mosco soltaba estos apellidos con cierta unción, entre admirado de su gloria y orgulloso de haber conocido a los que los llevaban, y hacía un mohín de asombro al oír que Maltrana declaraba francamente no conocerlos. Por algo sospechaba que el periodismo estaba en decadencia. La admiración del Mosco se posaba en las más raras cualidades de aquellos genios.

Falleció la Montansier el día 13 de Julio de 1820, á la edad de noventa años. El público que concurría á los jardines del Palais-Royal, conocía de vista á esta viejecita de cabellos plateados, que todas las tardes, desde su ventana, posaba la mirada de sus largos ojos inteligentes sobre aquella multitud, donde ya no quedaba ninguno de los hombres que la amaron.

Dormía una noche tranquilamente el padre Antolín y despertó sobresaltado sintiendo una mano fría que se posaba en su frente. Un cerillo encendido bajo una imagen de la Virgen Protectora de Cautivos esparcía, en la celda, débiles y misteriosos reflejos. A la cabecera de la cama, y en una silla de vaqueta estaba sentado fray Venancio.

Un cuervo de gran tamaño, cuyas negras alas brillaban como un espejo, se posaba sobre su hombro.

Matilde fué desde un principio una esposa modelo; pero los besos apasionados que yo le daba jamás eran correspondidos; jamás posaba su mirada sobre con cariño, y todos los pequeños sacrificios que por ella hacía ni siquiera eran notados, mucho menos agradecidos... En fin, llegó el día amargo en que la sospecha se tornó en certeza.

Su mirada se posaba serena y fija en Juan Montiño, y su mano derecha tenía suspendida una pluma sobre un papel, como quien interrumpe un trabajo importante á la llegada de un extraño. La primera impresión que Juan Montiño sintió á la vista del religioso, fué la de un profundo respeto. Había algo de grande en el reposo, en la palidez, en lo sereno y fijo de la mirada de aquel religioso.

Faltóme el valor... ¡Qué vergüenza!... Metí el rostro entre las manos y rompí á llorar como un niño. Noté que ya no andaba, y sin verla sentí que su mirada se posaba sobre más dulce y compasiva.

Reposaba sin duda la fatiga de haber prendido fuego a los cepos que tan regocijadamente ardían, y pedido y servídolo, mezclándole unas gotas de ron. Silencioso y quieto ahora, posaba los ojos en Lucía y en el fuego, que daba móvil fondo rojo a su cabeza.

Palabra del Dia

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