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Actualizado: 23 de julio de 2025


Acepte usted, pues, señor duque, y no desprecie a la fortuna. ¡Cómo! yo le traigo a usted en mis manos la salud para la señora duquesa, el bienestar para usted y un fin dulce y tranquilo para la pobre niña que se extingue entre privaciones de todas clases; levanto su casa que se derrumba entre el polvo; le doy un nieto ya criado, un niño magnífico que podrá unir su nombre de usted al de su padre, y todo eso, ¿a qué precio?

El sol se levantaba, y parecía que sus ojos estaban aún rojos de sueño; todo alrededor el bosquecillo, los árboles, el polvo del camino se hallaba ligeramente teñido de un color rosa pálido. El doctor se cruzaba de vez en cuando con campesinos y campesinas, que se dirigían en sus cochecillos al mercado de la ciudad. En su cara y en su actitud se reflejaba aún la impresión del frío de la noche.

Cerré el molino gruñendo y coloqué la llave debajo de la gatera. Tomé el garrote y la pipa, y eché a andar. Llegué a Eyguières próximamente a las dos. El villorrio estaba desierto, todo el mundo en el campo. En los olmos, junto a la acequia, blancos de polvo, cantaban las cigarras como en pleno Crau.

10 Y él escarnecerá de los reyes, y de los príncipes hará burla; él se reirá de toda fortaleza, y amontonará polvo, y la tomará. 12 ¿No eres desde el principio, oh SE

Aquel animal, cubierto de sangre, de lodo y de polvo, miraba a Juanito con los ojos brillantes como dos ascuas de fuego, con la boca abierta y la lengua colgante.

Su instinto le empujaba hacia el pabellón, pero en mitad de la avenida le cortó el paso otra de las asombrosas mutaciones. Una mano invisible acababa de arrancar de un revés la mitad de la techumbre. Todo un lienzo de pared se dobló, formando una cascada de ladrillos y polvo.

Al polvo y al cansancio que don Quijote y Sancho sacaron del descomedimiento de los toros, socorrió una fuente clara y limpia que entre una fresca arboleda hallaron, en el margen de la cual, dejando libres, sin jáquima y freno, al rucio y a Rocinante, los dos asendereados amo y mozo se sentaron.

Era «otro hombre» desde que el sol se había colado en su alcoba como por las rejas de una cárcel, y veía flotar, danzando dentro de la faja luminosa que atravesaba la habitación por delante de su lecho desde el cuarterón de la ventana, las pelusillas y el polvo vagabundos.

El toro, que por el instinto natural de su fuerza y de su valor quiere ser provocado para embestir, bajó y alzó dos veces la cabeza con impaciencia, arañó la tierra y suscitó de ella nubes de polvo, como en señal de desafío. Stein no se movía. Entonces el animal dio un paso atrás, bajó la cabeza, y ya se preparaba a la embestida, cuando se sintió mordido en los corvejones.

Así se pasan los serenos dias Y uno por uno bajan de la sien, Y al levantarlos de la tierra fria, Polvo y ceniza son ellos tambien.

Palabra del Dia

malignas

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