Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 17 de mayo de 2025
El domingo, por lo demás, había ya llegado; y con falsas maniobras de lavaje de ropa, simulados guitarreos en el rancho de tal o cual, la vigilancia pudo ser burlada, y Podeley y Cayé se encontraron de pronto a mil metros de la comisaría. Mientras no se sintieran perseguidos, no abandonarían la picada; Podeley caminaba mal. Y aún así...
Cuando estén más cerca... comenzó Cayé. Una bala de winchester pasó silbando por la picada. ¡Entrá! gritó Cayé a su compañero. Y parapetándose tras un árbol, descargó hacia allá los cinco tiros de su revólver. Una gritería aguda respondióles, mientras otra bala de winchester hacía saltar la corteza del árbol. ¡Entregáte o te voy a dejar la cabeza...! ¡Andá no más! instó Cayé a Podeley. Yo voy a...
Al día siguiente el acceso, no esperado hasta el crepúsculo, tornó a mediodía, y Podeley fué a la comisaría a pedir quinina. Tan claramente se denunciaba el chucho en el aspecto del mensú, que el dependiente bajó los paquetes sin mirar casi al enfermo, quien volcó tranquilamente sobre su lengua la terrible amargura aquella. Al volver al monte, halló al mayordomo.
La resonancia peculiar del bosque trájoles, lejana, una voz ronca: ¡A la cabeza! ¡A los dos! Y un momento después surgían de un recodo de la picada, el capataz y tres peones corriendo. La cacería comenzaba. Cayé amartilló su revólver sin dejar de avanzar. ¡Entregáte, añá! gritóles el capataz. Entremos en el monte dijo Podeley. Yo no tengo fuerza para mi machete. ¡Volvé o te tiro! llegó otra voz.
Al día siguiente, ya despejada las cabezas, Podeley y Cayé examinaron sus libretas: era la primera vez que lo hacían desde la contrata. Cayé había recibido 120 en efectivo, y 35 en gasto, y Podeley 130 y 75, respectivamente. Ambos se miraron con expresión que pudiera haber sido de espanto, si un mensú no estuviera perfectamente curado de ese malestar.
Vos traés compañera objetó Podeley eso te cuesta para tu bolsillo... Cayé miró a su mujer, y aunque la belleza y otras cualidades de orden más moral pesan muy poco en la elección de un mensú, quedó satisfecho.
Podeley jamás había dejado de cumplir nada, única altanería que se permite ante su patrón un mensú de talla. ¡No me importa que hayas dejado o no de cumplir! replicó el mayordomo. ¡Pagá tu cuenta primero, y después veremos! Esta injusticia para con él creó lógica y velozmente el deseo de desquite.
Cayé había llevado chipas, y Podeley encendió fuego, no obstante los mil inconvenientes en un país donde, fuera de los pavones, hay otros seres que tienen debilidad por la luz, sin contar los hombres. El sol estaba muy alto ya, cuando a la mañana siguiente encontraron al riacho, primera y última esperanza de los escapados.
Podeley, labrador de madera, tornaba a los nueve meses, la contrata concluída, y con pasaje gratis, por lo tanto. Cayé mensualero llegaba en iguales condiciones, mas al año y medio, tiempo necesario para chancelar su cuenta.
El tercer ataque comenzó una hora después, quedando Podeley aplomado en una profunda falta de fuerzas, y la mirada fija y opaca, como si no pudiera ir más allá de uno o dos metros. El descanso absoluto a que se entregó por tres días bálsamo específico para el mensú, por lo inesperado no hizo sino convertirle en un bulto castañeteante y arrebujado sobre un raigón.
Palabra del Dia
Otros Mirando