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Actualizado: 8 de julio de 2025


Mirad, amigas: a cuatro suertes de linajes, y estadme atentas, se pueden reducir todos los que hay en el mundo, que son éstas: unos, que tuvieron principios humildes, y se fueron estendiendo y dilatando hasta llegar a una suma grandeza; otros, que tuvieron principios grandes, y los fueron conservando y los conservan y mantienen en el ser que comenzaron; otros, que, aunque tuvieron principios grandes, acabaron en punta, como pirámide, habiendo diminuido y aniquilado su principio hasta parar en nonada, como lo es la punta de la pirámide, que respeto de su basa o asiento no es nada; otros hay, y éstos son los más, que ni tuvieron principio bueno ni razonable medio, y así tendrán el fin, sin nombre, como el linaje de la gente plebeya y ordinaria.

Difieren asimismo sobre la causa de la larga y no interrumpida ausencia del hijo, atribuyéndola unos a la viudez más alegre que recoleta del padre, para la cual hubiera sido estorbo o escándalo la presencia del hijo, y atribuyéndola otros al despego y a la soberbia de éste, que vivía en Madrid como caballerito muy elegante e ilustre, que hablaba de su casa solariega, y que repugnaba volver al lugar a ver la plebeya ordinariez de su padre y la primitiva y fundamental zapatería tenazmente conservada.

Era como perla que se esconde en un muladar. Ella me amó con el fervor y la ternura que hubiera yo querido hallar para en el corazón de alguna gran señora o de alguna princesa. Y yo gocé mal de aquel amor sin llegar a comprenderle, y le desprecié y me harté de él después de haberle gozado. La plebeya ruindad de mi enamorada trocó mi afecto y mi gratitud en vergüenza.

Esto causó el odio de todos los que deseaban ser ladrones y crueles con españoles é indios. Es preso Alvar Nuñez Cabeza de Vaca, y enviado al Rey, y en su lugar elegido Domingo de Irala. Viéndose la gente despreciada de Alvar Nuñez, determinó unánime, noble y plebeya, enviarle preso al Rey; avisándole lo mal que se habia portado en el gobierno.

Hubiérase entonces explicado el misterio de la lucha obstinada que despedaza a aquella República; hubiéranse clasificado distintamente los elementos contrarios, invencibles, que se chocan; hubiérase asignado su parte a la configuración del terreno y a los hábitos que ella engendra; su parte a las tradiciones españolas y a la conciencia nacional, íntima plebeya que han dejado la Inquisición y el absolutismo hispano; su parte a la influencia de las ideas opuestas que han trastornado el mundo político; su parte a la barbarie indígena; su parte a la civilización europea; su parte, en fin, a la democracia consagrada por la Revolución de 1810, a la igualdad, cuyo dogma ha penetrado hasta las capas inferiores de la sociedad.

No era tostado, ni descolorido, ni encendido tampoco; de todo tenía, pero con su cuenta y razón, y allí donde convenía que lo tuviese. La mocedad, la sangre rica, el aire libre, las amorosas caricias del sol, habíanse dado la mano para crear la coloración magnífica de aquella tez plebeya.

Lope de Rueda fué en España ejemplo Destos preceptos, y hoy se ven impresas Sus comedias de prosa tan vulgares Que introduce mecánicos oficios Y el amor de una hija de un herrero; De donde se ha quedado la costumbre De llamar entremeses las comedias Antiguas, donde está en su fuerza el arte, Siendo una acción y entre plebeya gente, Porque entremés de rey jamás se ha visto.

Y es el motivo que han llegado unas señoritas napolitanas a hacer música, tarde y noche, y la gente invade la sala entre un estrépito de cucharillas y platillos y una greguería grotesca y plebeya. Yo he descubierto la mixtificación: estas virtuosas no son napolitanas; la dulce musicalidad de esta palabra sirve de reclamo para ese eterno alucinado que se llama público. Pero ¡qué importa!

Por esto la monarquía española ha bostezado de tristeza, transmitiendo la melancolía de una a otra generación. Es la realeza católica por excelencia. Si de vez en cuando surgió algún ser alegre y satisfecho de la vida, fue porque en el líquido azul de las arterias maternales penetró una inyección de savia plebeya, como penetra el rayo de sol en la habitación del enfermo.

Aquellos anales dicen que los habitantes de las islas manifestaban gran soberbia y vanidad en la nobleza, de tal modo, que no se casaba por nada del mundo el hijo del noble con la plebeya. En otro lugar añade, que los chamorris tenían mayorazgos de cocales, plátanos y otros árboles.

Palabra del Dia

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