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Actualizado: 8 de junio de 2025


Constábale que la persona que la interrogaba así había vivido largos años orgullosa de su matrimonio legítimo, de su honestidad plebeya, de su marido trabajador, de que en la Fábrica los citasen a entrambos por modelo de familia unida, de que en cierta ocasión el jefe hubiese proferido palabras honrosas para ella, llamándole mujer «formal y de bien». , Amparo lo sabía, y por eso callaba.

También estaba yo, aunque plebeya, considerada como muy elegante. ¿Qué hubiera sido del crédito de las de Pinto si llegan a entrar en la sala aquellos salvajes, tuteándolas y abrazándolas como a primas? Por fortuna ellas acudieron a tiempo de evitar la catástrofe. Los Pintos exóticos fueron introducidos y enchiquerados en un salón vacío. ¡Pero cuánto sobresalto, cuánta angustia, divinos cielos!

Alejandro entró en el baile, del brazo de su compañera, cuyo espléndido dominó levantó el cotarro de todas las princesas negras que vieron pasar a su lado aquella vasca plebeya, pero blanca. ¡Alejandro, rendido a una «extranjera de Europa!» ¡Qué decepción! ¡El, el más aristocrático swell de la clase, la flor y nata de las academias de baile, entregado a una gringa!

En efecto se manifiesta enamorado de una joven plebeya totalmente inocente y sencilla, que vive pobremente con su madre y que se deja seducir luego. Faust se cansa del amor de Margarita lo mismo que de todos los goces de la vida. No hay nada mas hermoso en aleman que los versos en que manifiesta a un mismo tiempo el entusiasmo de la ciencia y la saciedad de la dicha.

»Dejo de impugnar la ignorancia de Doña Serafina pintada en lo demas tan avisada, que enamorandose de su mismo retrato sin más certidumbre de su original, que lo que don Antonio la dixo, se dispusiesse á una baxeza indigna aun de la mas plebeya hermosura, como fue admitir escusas, á quien pudiera con la luz de una vela dexar castigado y corrido.

Su madre encontraba que en la posición algo señoril, desahogada y decorosa en que ya imaginaba hallarse, y atendido el desenvolvimiento físico de Juanita, que había llegado a transformarse de muchachuela en una magnífica y real moza, no estaba bien y era darse poquísimo tono el ir por agua a la fuente como la más plebeya y humilde pelafustana.

Blanca, blanquísima, pelinegra y ojinegra, gruesecita, de mediana estatura, si no se descubría en ella esa distinción, esa delicadeza que tanto realza á la hermosura, no podía negarse que era hermosa, muy hermosa, pero con una hermosura plebeya, permítasenos esta frase.

Nada de joyas, ni siquiera un brazalete; pero, en cambio, sus movimientos, ademanes y posturas estaban impregnados de aristocrática gentileza. Don Juan enderezó hacia ella los gemelos, y viéndola tan hermosa creyó no haberla poseído nunca. No parecía muchacha plebeya elegantizada de repente, sino hija de grandes, hecha desde niña a todos los refinamientos del lujo.

Lo frecuentaba poco; este público, compuesto de antiguos amigos, hablaba demasiado, estorbándola en sus cálculos de jugadora. Prefería el Casino, con sus vastos salones y su muchedumbre abigarrada que se expresa en diversas lenguas. Era plebeya en su juego: tenía la superstición de que la fortuna acude ante todo allí donde sus devotos forman masa.

Este, pues, higo chumbo revolucionario no llegó desde la aristocrática piña en que había nacido hasta la plebeya cuna en que vino a florecer, ni por peripecias dramáticas, ni por trágicas revoluciones: llegó naturalmente, con suavidad, como tras de la hinchazón viene el pus, y tras el pus la gangrena.

Palabra del Dia

rigoleto

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