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Actualizado: 19 de julio de 2025
Los buques, al continuar hacia Poniente, aunque parecía que navegaban por un océano llano e igual, subían y subían, siguiendo el lomo ascendente de esta protuberancia del planeta.
Siempre que asiste á una ceremonia en su principado viste el uniforme de almirante español... Y es un hombre de ciencia: eso lo sabe usted mejor que yo... Dejó hablar á Novoa. Tres cuartas partes del planeta estaban cubiertas por los mares, y la humanidad había permanecido siglos y siglos sin deseos de conocer la misteriosa vida oculta en el abismo de las aguas.
Ferragut había reído muchas veces de la virtud de su segundo, que se paseaba encogida y soñolienta por una gran parte del planeta, sin permitirse distracción alguna, para despertar con una tensión arrolladora siempre que los azares de la carrera le llevaban á vivir unos días en su casa de la Marina.
Había conocido mujeres de todos los colores, blancas, rojas, amarillas, verdes... pero sólo una vez había tropezado con el amor, muy lejos, al otro lado del planeta, en el puerto de Valparaíso.
Y el cubo de esta rueda era un cráneo, blanco, limpio, brillante, como si fuese de marfil pulido; un cráneo enorme lo mismo que un planeta, que permanecía inmóvil, mientras todo giraba en torno de él; un cráneo luminoso como la luna, que con sus negras oquedades parecía gesticular malignamente, burlándose silencioso de todo este movimiento. La rueda giraba y giraba.
Queremos hacerla porque somos el primer pueblo de la tierra y debemos extender nuestra actividad sobre el planeta entero. La hora de Alemania ha sonado. Vamos á ocupar nuestro sitio de potencia directora del mundo, como la ocupó España en otros siglos, y Francia después, é Inglaterra actualmente.
Los hechos anteriores a su embarque eran para él como sucesos de una existencia distinta, ocurridos en otro planeta, y de los que sólo guardaba ya una débil memoria. Vivía ahora en un mundo nuevo, reducido, aislado, que iba vagando por el infinito azul, y sólo le interesaban las inmediatas necesidades de su existencia oceánica...
Isidro pensaba con terror en lo imposible que le sería franquear aquel obstáculo si le perseguían los guardas. Pero la impresión de miedo se amortiguó al mirar lo que le rodeaba. La sorpresa le hizo creer, por un instante, que estaba en un mundo nuevo. El salto de la tapia era como el tránsito de un planeta a otro.
Los peces, agua hecha carne; los animales mucosos, agua en estado de gelatina; los crustáceos y los políperos, agua transformada en piedra. Contempló en uno de los estanques un paisaje que parecía de otro planeta, grandioso y reducido al mismo tiempo, como un bosque visto en un diorama.
Aquella oficina era lo único accesible del edificio, donde se podía entrar á la buena de Dios, sin miedo á esperar ni á porteros inflexibles. ¿Está el Capi?... preguntó Aresti á los escribientes que trabajaban tras un atajadizo de cristales. ¡Pasa, Planeta, pasa! gritó alguien tras una puerta del fondo del corredor.
Palabra del Dia
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