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Actualizado: 20 de junio de 2025


Puede que replicó él con seriedad . No puedo asegurártelo; pero es fácil que te las pongan. Fortunata cogió una toalla y echándosela por la cabeza, se fue a mirar al espejo. Acordose entonces de una cosa esencial, esto es, que en la nueva existencia, la hermosura física no valía un pito y que lo que importaba y tenía valor era la del alma.

Como en la tertulia no se habló aquella noche de otra cosa que del lance de la cueva, al salir al día siguiente, antes que el sol, Pito Salces y Chisco con dos carros en busca de los dos osos muertos, sin necesidad de invitaciones los acompañaba medio escuadrón de gente moza; con cuyo auxilio pronto se vencieron las muchas dificultades que hubo para sacarlos de la cueva.

La caverna tenía muy poco fondo: se veía bastante en ella con la luz que recibía por la boca, y por eso se hacían muy fácilmente todas aquellas maniobras de Pito. El cual reapareció al instante con las otras dos crías de la osa, asegurando que no quedaban más que huesos mondos en la cama.

Para remediarse, porque ella había allegado bastante dinero con un gran corral de gallinas, y más aún con su habilidad para aviar pollos. Aunque iba a la chita callando y no gastaba pito, la llamaban la gabacha. ¡Qué tacto en aquellos dedos verdugos!

Ni las leyes de Solon, de Numa y de Manú, ni todos los libros de filosofía, ni los mismos Evangelios, importan un pito comparados con la Riqueza de las Naciones.

También veo la cara seráfica de Agustinito Argüelles. Dicen que este predica muy bien. ¿Ve usted a Borrull? Cuentan que este no quiere Cortes. Pero empiece de una vez la función ¡qué pesados son! Aquí como no se paga la entrada, no hay derecho a impacientarse. Ya está dispuesta la presidencia. ¿Tocarán un pito para empezar? Yo tengo una curiosidad por oír lo que digan... Y yo.

Por aquella cornisa, que corría hasta perderse en el carrascal del otro lado de la cueva, vi pasar a Chisco y a su perro, a Pito Salces detrás de su perruca faldera, y cómo iban desapareciendo, uno a uno, en el antro tenebroso los hombres y los animales, después de muy leves precauciones del mozón de Robacío.

Por mucha prisa que se dio Chisco en seguir a su camarada para acompañarle, no habiendo podido contenerle con razonamientos, cuando llegó al boquerón ya volvía Pito con la perruca faldera abierta en canal en una mano, en la otra un osezno como un botijo, y la escopeta debajo del brazo.

Después que arregló su equipaje, el joven recorrió el pueblo despidiéndose de los amigos que durante su estancia se había ganado: próxima ya la hora de partirse y habiendo oído sonar el pito del vapor, volvió a casa con objeto de despedirse de Maximina. Por más que la buscó por todas partes no pudo hallarla: nadie sabía dónde se había metido: doña Rosalía opinó que se habría ido a la iglesia.

También me acompañaban entonces Chisco y Pito Salces; pero más respetuosos y hasta más serviciales, aunque parezca esto mentira, que la otra vez, cuando yo no era amo y señor de la casona, ni había tenido ocasión de mostrar ciertas larguezas que Chisco no olvidaba un punto por lo que a él le tocaba, ni Pito Salces por lo que atañía a la mozona de sus pensamientos.

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