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La nave central es de un grande atrevimiento, y hay en todo el edificio ese carácter severo de oscuridad y sencillez solemnes que distinguia sobre todo á la arquitectura gótica de Francia. Por lo demas, los cuadros religiosos pintados en los vidrios de colores de las altas ogivas, son de muchísimo mérito, y tanto que pueden rivalizar con los de Nuestra Señora de Paris.

Y mientras esperaba la llegada de los prusianos, paseábase con su uniforme de gala a través de los tres largos salones que el Rey le había concedido en el jardín de la corte, especie de Palais-Royal más verde y tétrico que el francés, rodeado de claustrales muros pintados al fresco.

Las hembras corrían asustadas, como corren las princesas griegas en los vasos pintados, sorprendidas, mientras lavan su ropa, por la aparición de un tritón en celo. Odiaba el amor entre cuatro paredes.

El Jueves Santo se celebra la misa con mucha solemnidad, en la que regularmente comulga el cabildo, y después se lleva el Santísimo Sacramento en procesión alrededor de la iglesia, y se pone en el monumento; el que, aunque de bastidores de lienzo mal pintados, es vistoso en algunos pueblos, y en todos se adorna con las alhajas de plata que hay, con muchas luces, aunque las más son velas de sebo.

Cuando desembarqué en Lisboa, su obesa figura llenaba todo el arco de la calle Angosta, y sus ojos oblícuos y los dos ojos pintados de su cometa en figura de papagayo, parecían fijos en .

Desde la calle, aquella casa hacía el efecto de estar inhabitada; tal era el abandono de sus paredes y el estado de sus puertas despintadas, casi carcomidas, y tan antiguas, que algunos de sus tableros exteriores debían haber sido pintados en tiempo de Rozas, porque, aunque sumamente descoloridos, se notaba que un día habían sido colorados.

Pero los profesores de la Universidad Central sabían en tal materia mucho más que los gigantes. Apareció otro vehículo llevando uno de aquellos torreones metálicos que habían aparecido al principio del desfile. En el cartelón de éste había pintados unos frutos gigantescos. Un olor de melocotón y de azúcar líquido se esparció por el patio.

En los planos de las entrepuertas estaban pintados los héroes de la Ilíada escocesa: el bardo Ossián y su arpa; Malvina la de los redondos brazos y sueltas crenchas de oro; los guerreros bigotudos, con cascos de aletas y salientes bíceps, que se daban cuchilladas en los broqueles, despertando los ecos de los lagos verdes. Un sillón mullido y profundo abría sus brazos ante una estufa.

El maestro Villalpando, por su parte, «había tenido de muchos años muy particular comunicación con una beata, á quien tenía por maestra y rendida la obediencia, á cuya casa acudía muy de ordinario de día y de noche, hasta muy tarde, á las diez y las once, donde lo hallaban cuando lo buscaban para salir á dar los Sacramentos á los enfermos de la parroquia donde era cura, y muchos ratos de la noche estaba con ella sin el menor escrúpulo á oscuras, y entraba en la dicha casa de noche y de madrugada por una puerta falsa con llave que él tenía de ella, y que tenía retratos de la dicha beata, unos pintados, otros de talla, en barro, y los abonaba y encarecía, diciendo que los había hecho por tenerla por mujer muy santa».

El tránsito de uno á otro de esos salones primorosamente esculpidos y pintados, de tan magistral imitacion, es inolvidable: la impresion que deja es profunda, porque es una mezcla de admiracion y tristeza respecto de lo pasado; de santa y silenciosa veneracion tributada al genio de la humanidad misma, y de esperanza suprema en el progreso y el bien del porvenir, que se funda en la idea de la indefinida renovación de las fuerzas vitales de la especie humana.