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Actualizado: 23 de noviembre de 2025


De fieras, yo conozco dos clases decía una vez Ana : una se viste de pieles, devora animales, y anda sobre garras; otra se viste de trajes elegantes, come animales y almas y anda sobre una sombrilla o un bastón. No somos más que fieras reformadas.

A las dos subí a mi cuarto para ponerme el traje de rigor, cuando la abuela me hizo sufrir un examen imprevisto. ¿Qué vestido te pones? El gris, corte de sastre. El gris... No, yo preferiría el azul marino con aquella linda pechera que tan bien te sienta. Debajo del abrigo de pieles ligeramente entreabierto, hace muy bien...

Reclamo en esta guerra el puesto de capitana. ¡Inesita, mi vida, qué feliz soy! Pero, sécate esas lágrimas; que no te vea yo llorar. ¡Firmes!... Cubierto de crudas pieles de camello sujetadas por tosca correa que, al andar de los siglos, había de llamarse cíngulo en la liturgia católica, el Bautista inició en las orillas del Jordán el sacramento a que diera su nombre inmortal: el bautismo.

El piafar de los caballos y el ruido de las ruedas, me advirtieron á los pocos momentos que llegaba la diva. El portero se adelantó para ayudarla á bajar, se abrió la portezuela, y Jenny, cubierta de pieles, descendió ligera, enseñando una pierna admirable.

El chino ligero, que vive de pescado y arroz, hace su casa de tabla y de bambú. El japonés vive tallando el marfil, en sus casas de estera y tabloncillo. Allí se ve donde habitan ahora los pueblos salvajes, el esquimal en su casa redonda de hielo, en su tienda de pieles pintadas el indio norteamericano: pintadas de animales raros y hombres de cara redonda, como los que pintan los niños.

Casi al mismo tiempo Duchêne gritó desde fuera: Buenas noches, maestro Juan Claudio. ¿Es usted? , vengo de Falsburg y quiero descansar un momento antes de llegar a la aldea. Catalina ¿está ahí? Entonces pudo verse al buen hombre aparecer a la luz con su ancho sombrero echado hacia atrás y el rollo de pieles de carnero al hombro.

Pues una dama que arrastraba vestidos de seda y terciopelo con vistosas pieles; una dama de cabellos rubios, que en bucles descendían sobre su alabastrino cuello. La tal solía gastar quevedos de oro, y á veces estaba sentada al piano tres días seguidos. Sabed cómo la conoció Pacorro y quién era aquélla celestial hermosura.

Acababa de hacer una navegación felicísima, y su nave se parecía, anclada en el puerto, cargada de estaño, ámbar, hierro, pieles de armiños y de castores, y otros objetos de valor que él había ido a buscar a las costas de Francia, Inglaterra y otras regiones del Norte de Europa, a donde sólo los fenicios se aventuraban a llegar en aquella época.

La cabaña de Hunding, bárbara, con salvajes trofeos y espantosas pieles, revelando la brutal existencia del hombre apenas posesionado del mundo, en lucha perpetua con los elementos y las fieras.

Todo Buenos Aires aristocrático desfilaba por aquella galería: los grandes hombres de estado, el alto comercio, la banca, el ejército, la magistratura, el foro, las letras, la prensa. Las mujeres, cubiertas por pieles y felpas variadas, ganaban la escalera friolentas y apuradas, prendidas del brazo de sus acompañantes.

Palabra del Dia

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