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Actualizado: 26 de junio de 2025


Acababa de hacer una navegación felicísima, y su nave se parecía, anclada en el puerto, cargada de estaño, ámbar, hierro, pieles de armiños y de castores, y otros objetos de valor que él había ido a buscar a las costas de Francia, Inglaterra y otras regiones del Norte de Europa, a donde sólo los fenicios se aventuraban a llegar en aquella época.

He aquí dos grandes cosas que podían llevar muy lejos á esos anfibios: En ellos ya existe la mano, el órgano de la industria, el instrumento esencial para el trabajo venidero. Que se ablande y auxilie á los dientes, como entre los castores, y empezará el arte; primeramente el arte de abrigar á la familia. Por otro lado, hácese posible la educación.

Preguntas son estas que pondrian en bárbaros aprietos al legislador en teoría de esa soñada república platónica. No por qué me parece encontrar cierta analogía entre su idea y las asociaciones de las abejas, de las hormigas y de los castores.

Las abejas y los castores construyen ciudades homogéneas. La ciudad de las abejas es la república ideal. Ya te he dicho que el mundo es hermoso, es pulcro, porque es lógico; eso quiere decir la voz mundo, mundus, si no me equivoco. Todo en el universo está sujeto a maravillosa ordenación. Lo inorgánico se rige por leyes serenas, no contingentes.

»Los holandeses vienen a ser los chinos de Europa y los castores de la humanidad. »Recibí en Amberes su carta, cuya lectura fue muy grata para mi, querida Antoñita. Sus consuelos son muy tiernos y mi herida muy profunda. Mas no importa: siga usted escribiéndome y hábleme de su persona. Le suplico que así lo haga. Hace usted mal en creer que me pueda ser indiferente aquello que le concierne.

Visitemos las tiendas de pieles, y encontrarémos, perfectamente disecados, leones, panteras, tigres, leopardos, hienas, lobos, zorras, castores; en fin, un gabinete de zoología. No he visto ratas; pero no extrañaria alzar la cabeza y darme de hocicos con una enorme culebra boa, puesta en una urna de cristal, á lo largo de un escaparate.

Este interesante autor era leído algunos ratos en voz alta por uno de los hijos mayores, pues no había lectura más sabrosa que aquella para D. Benigno, después de la de Rousseau; y todos se quedaban pasmados oyendo la magnífica descripción del caballo, la pintura del león, o la peregrina industria de los castores.

Así se que los castores, las hormigas y las abejas fabrican sus casas, hacen sus provisiones, trazan sus exágonos y destilan la miel lo mismo hoy que al principio del mundo, lo mismo mañana que hoy, sin dar un paso adelante. ¿Por qué? Porque les falta la poesía que satisface á la aspiracion de lo mejor, de lo ideal, que es el resorte poderoso de la perfectibilidad humana.

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