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Actualizado: 15 de octubre de 2025
Pero en medio de su inmensa tarea, no cesaba de tener corazonadas pesimistas, y exclamaba con tristeza: «¡Si me parece mentira!... ¡Si yo no he de verlo!...». Y este presentimiento, por ser de cosa mala, vino a cumplirse al cabo, porque la alegría inquieta fue como una combustión oculta que devoró la poca vida que allí quedaba.
El secretario del banquero, que había llamado á Torrebianca por teléfono, hacía esfuerzos para ocultar su turbación, y acogió la presencia de éste con gestos pesimistas. Creo que vamos á salir mal de esta aventura. El patrón debía habernos prevenido...
No me quiera usted mal, P. Sibyla, si difiero de su manera de ver el asunto, pero es raro destino el mío de estar casi siempre en contradiccion con mis hermanos. Digo pues que no debemos ser tan pesimistas.
No; porque ciudades de la misma región y de naturaleza idéntica son animadas, alegres, festivas, jucundas, como decía el pomposísimo Cicerón. Los villaverdinos son de semblante triste, y en sus labios tiene la risa dolorosa expresión, como en gentes contrariadas y pesimistas.
Pasó Torrebianca el resto del día buscando á otras personas de las que habían colaborado con Fontenoy, cobrando grandes sueldos por figurar como autómatas en los Consejos de Administración de sus empresas. Todos se mostraban igualmente pesimistas, con un miedo feroz capaz de toda clase de mentiras y vilezas contra los otros para conseguir la propia salvación.
No debiera, pues, llamarse Julio Guzmán, sino Pedro Urdemalas. Lo cierto es que en esta academia de El Extraño todos son infelices. ¿Y cómo no ha de serlo el extraño, y cómo no ha de hacer infelices a cuantos le rodean y a cuantos se interesan por él, cuando es víctima de una vanidad ridícula y de las más indigestas doctrinas pesimistas, materialistas y ateístas?
¡El Hombre-Montaña se ha escapado!... ¡El gigante se marcha de la capital!... Y todos, al oir esto, pensaban lo mismo. El coloso era hombre, y por solidaridad de sexo iba indudablemente á unirse con los revolucionarios. Los pesimistas levantaban las manos hacia el cielo, exclamando: ¡Sólo nos faltaba esta nueva calamidad!...
Mala noche pasó el pobre boticario a vueltas con sus inútiles investigaciones mentales; peor que Leto, mucho peor; porque éste, al fin, logró encontrar en medio de sus escozores y espasmos, ya que no un calmante de ellos, un remedio para sufrir hasta con gusto sus rigores; y fue que de pronto cayó en una idea en que hasta entonces no había caído de lleno, a causa de tener la sensibilidad fuera de quicio por la fuerza de sus aprensiones extremadamente pesimistas.
Indudablemente había más vida en el espíritu que en la materia de mi tío; pero así y todo, entre sus pronósticos pesimistas y el de Chisco, más risueño, a juzgar yo por aquel conjunto de alma y cuerpo, inclinéme más al dictamen de mi espolique, aunque sin acercarme mucho a él: podía haber «hombre para largo»; y aun más halagüeño todavía se lo puse por comienzo de nuestra conversación.
Palabra del Dia
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