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Guardó Amparo silencio durante un momento. Mustafá seguía abalanzándose a la reja y gruñendo. Yo no podía permanecer en la difícil posición en que me encontraba dijo al fin ella me veía expuesta a atrevimientos de todo género.

Ahí, donde ahora se eleva esa columna como una plegaria se eleva al cielo, estuvieron las jaulas de hierro, construidas en forma de embudo, para que el prisionero no pudiera permanecer sino encorvado. ¡Cosa singular!

Me mordí los labios hasta que brotó la sangre. Pero a pesar de todo quise permanecer serena, quise desempeñar el papel de ángel protector. Roberto dije, te has equivocado gravemente con respecto a : nada he tenido nunca contra ti. Me he vuelto temerosa y arrogante en el extranjero, eso es todo. Debes armarte de paciencia para tratarme, debes tener confianza en ... ¿quieres?

La señora Angustias tenía que entrarlo a empellones, pues se obstinaba en permanecer a la puerta batiendo palmas y entonando con voz babosa lentas canciones de amor dedicadas a su voluminosa compañera.

Cuando en la noche le hizo saber su camarada el viaje de los gobernantes con todo el misterio de una noticia que aún no era pública, se limitó á contestar, después de reflexivo mutismo: Hacen bien... Yo saldré igualmente mañana si puedo. ¿Para qué permanecer en París? Su familia estaba ausente. Su padre según las averiguaciones de Argensola también se había ido, sin decir adónde.

Con esto perdería la tranquilidad que tanto me gusta. Si ahora hablan contra ¡figúrese lo que sería entonces!... No: yo deseo permanecer quieta. Que me muerdan cuanto quieran pero que sea sin motivo; por pura envidia. Ya ve usted el caso que hago. Y mirando hacía el punto donde estaba la ciudad oculta tras las filas de naranjos, reía desdeñosamente.

Así la vió Doroteo durante diez años, como si fuese una criatura insensible al tiempo, y así la hubiese visto siempre. Pero un día se dió cuenta de que empezaba á disgregarse su armonía corporal, como si las tres sangres que existían en ella se hubiesen cansado de permanecer revueltas, aislándose, para asomar cada una por separado á la superficie.

Pero los indianos tenían la piel muy dura y despreciaban tales desahogos. Cuando don Melchor de las Cuevas y su sobrino entraron en el Saloncillo, el único que se mantenía en pie en medio del corro gesticulando era este mismo Gabino Maza. No podía permanecer dos minutos sentado.

Lo único que hizo, que no había pensado hacer al salir de la villa, fué permanecer en Madrid cuatro meses en lugar de uno, y adquirir esos tres grados más de civilización que lucir en la ciudad.

Por otra parte, los cuidados y faenas que la labranza exige requieren tal número de brazos, que la ociosidad se hace imposible y los varones se ven forzados a permanecer en el recinto de la heredad. Todo lo contrario sucede en esta singular asociación.