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Actualizado: 22 de julio de 2025
El que le escribía era un abogado de París, y Ferragut presintió por el papel lujoso y las señas de su domicilio que debía ser un maître célebre. Hasta recordaba haber encontrado alguna vez su nombre en los periódicos. Empezó la lectura de la primera página allí mismo, ansiando saber por qué causa le escribía el grave personaje.
Yo creí que era usted de estos que averiguan cosas para ponerlas en los periódicos. Lo que yo pongo es anuncios. Porque como el arte heráldico está tan por los suelos, me dedico al corretaje de reclamos y avisos... Antonio y yo trabajamos en competencia, y nos hacemos una guerra espantosa. Por eso, al saber que Zapata es rico, quiero que usted influya con él para que me traspase sus negocios.
Un corredor o galería, sostenida por columnas de mármol, le circundaba; y así en la galería, como en varias salas a que la galería daba paso, había mesas de tresillo, otras con periódicos, otras para tomar café o refrescos; y, por último, sillas, banquillos y algunas butacas. Las paredes estaban blancas como la nieve del frecuente enjalbiego, y no faltaban cuadros que las adornasen.
El «cuarto estado» era su frase favorita, en la que lo abarcaba todo, y cuyo alcance había que adivinar. Unas veces, el «cuarto estado» era únicamente los vendedores del papel; otras, la gente popular; y algunas, todos los que compran periódicos. Maltrana, al verle, le preguntaba invariablemente por el famoso «cuarto estado».
En aquel año ocurrieron sucesos y lances muy notables, como el sitio de Bilbao, la muerte de Concha, y por fin, el pronunciamiento de Sagunto. Raro era el día que no echaban los periódicos un extraordinario anunciando batallas, desembarcos de armas, movimientos de tropas, cambios de generales y otras cosas que por lo común daban pie a inacabables comentarios.
Y la gente se detenía por la parte de afuera del cristal, para ver la graciosa escultura de barro amarillo representando un vendedor de periódicos y cerillas.
Por los periódicos sabe usted, mutatis mutandis, es decir, quitando unas cosas y poniendo otras, lo que hablan los oradores, y sabe usted, como por ejemplo ahora, cuándo una discusión es tal discusión, y cuándo es meramente conversación, para repetir la frase feliz de un orador.
He recibido golpes y me los he guardado tranquilamente cuando el ofendido era más fuerte que yo. Otras veces, acorralado como un gato que no encuentra salida, he hecho el papel de tigre, batiéndome como un caballero de la Tabla Redonda en defensa de cosas que no me interesaban. He vivido en la cárcel por artículos de periódicos que no tuve la curiosidad de leer.
Volvía á ver con la imaginación el rostro tantas veces contemplado en las páginas ilustradas de los periódicos: unos bigotes de insolente alborotamiento; una boca con dentadura de lobo, que reía... reía como debieron reir los hombres de la época de las cavernas. Y el señor Desnoyers envidió esta cólera. Vida nueva
No obstante, pronunció la revolución tres palabras áureas que a todas sacaron de quicio: «¡No más quintas!». Hasta las mismas aldeanas abrieron ansiosamente el corazón y el alma para beberse la dulce promesa. ¡Si la república fuese, como decían diariamente los periódicos favoritos del taller, la supresión del impuesto de sangre, vamos, merecía bien que una mujer se dejase hacer pedazos por ella!
Palabra del Dia
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