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Actualizado: 27 de junio de 2025
Las órdenes y disposiciones de la Corte jamas han faltado al logro de ellos: no se ha perdonado gasto, aun en medio de los tiempos mas calamitosos que afligian á la España: pero la inconstancia, la emulacion, la falta de sinceridad y el poco sufrimiento á los trabajos en todas ocasiones, han sido unos poderosos enemigos que han malogrado tan heróicas empresas.
Pues bien: está Vd. perdonado, con tal de que siga llamándome su amigo nada más. En todos se notaba una afectuosa y sincera familiaridad. Al llegar a su casita, que estaba, como es costumbre, junto a la pequeña iglesia parroquial, y en lo que podía llamarse plaza, el cura, enseñándome una bella casa grande, la más bella quizás del pueblo, me dijo: ¡Ahí tiene Vd. nuestra escuela!
No solamente no se enseñan ni siquiera se mencionan estas obligaciones sociales, sino que se estimula a todo lo malo asegurando al criminal, al pecador, que será perdonado, que podrá librarse del castigo, que por mal que obre y por culpable que sea, sin el menor esfuerzo, con la mayor naturalidad y facilidad, conseguirá lo que se le antoje y triunfará en la tierra, lo mismo que en la otra vida.
Se sintió aligerado de un gran peso, respiró tranquilo ante aquella profesión de bondad é indulgencia, y creyó asistir al juicio supremo. Visto el admirable dictamen de esta santa dijo Elías, porque es una santa, Lázaro, entiéndelo bien, te quedarás conmigo; pero en expectativa, en entredicho. No admito entredicho: perdón definitivo dijo la devota. Bien: perdonado, pero sujeto á vigilancia.
El cura dijo una misa por el alma de María. Ramón Pérez ató un lazo negro a su guitarra. Rosa Mística dijo a don Modesto: ¡Dios la haya perdonado! Bien dije yo que acabaría mal. Usted recordará que por más que procuraba yo guiarla a la derecha, ella siempre tiraba a la izquierda.
Dos hilos de lágrimas que iban a perderse en sus blancas patillas brotaban de los ojos de Diógenes; con una leve señal llamó a la marquesa, y díjole al oído con sencilla expresión de gozo inefable: Dice el padre Mateu... que Dios me ha perdonado...
»En la época en que nos llevó consigo, nuestro tío tenía cerca de ochenta años, y era siempre el mismo. Sus opiniones y su carácter no habían cambiado en nada. No había perdonado aún a mi padre, que se había casado sin su consentimiento, y mi madre murió sin que consintiese en verla.
32 Y cualquiera que hablare contra el Hijo del hombre, le será perdonado; mas cualquiera que hablare contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo, ni en el venidero. 33 O haced el árbol bueno, y su fruto bueno, o haced el árbol podrido, y su fruto podrido; porque por el fruto es conocido el árbol. 34 Generación de víboras, ¿cómo podéis hablar bien, siendo malos?
Dos gruesas y amargas lágrimas rodaron por sus mejillas. Te ha perdonado dijo el P. Jacinto. ¡Ah, padre!... yo no me perdono... Me sería menos insufrible en la memoria el recuerdo de una afrenta no vengada... de una vileza en que yo hubiese incurrido... de una mancha en mi honor... En cualquiera otro caso me sería más fácil conciliarme conmigo mismo. Aunque Dios me perdone... yo no me perdono.
Nos hemos explicado, perdonado y reconciliado. Me ha renovado la seguridad de su amor y de su voluntad de ser mía. Debería ser dichoso y no lo soy. Cuanto más la conozco, más echo de ver que los sentimientos de Luciana no tienen aquella sencillez franca y luminosa que me conquistó al principio. Su alma es complicada, y lo que ignoro de ella me turba y me alarma.
Palabra del Dia
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