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Actualizado: 4 de julio de 2025


Pero pacífica, honesta, reposada, sin palabras libres, ni ademanes audaces, que asustasen a las espectadoras, muchachas que habían oído hablar en sus pueblos del terrible don Luis, y al verle de cerca perdían sus prevenciones, reconociendo que no era tan malo como su fama.

Si sus barcos se perdían, estaban asegurados; si las huelgas cerraban momentáneamente sus fábricas, no por esto sufriría su capital grandes mermas: si se agotaban las minas de Bilbao, él tenía otras y otras en distintos puntos de España, que aguardaban la explotación.

Lo demás, por ser más reciente y desagradable, se le representaba con matices aún más vivos. El ensangrentado cuerpo de Zarapicos no se quitaba ya de delante de sus ojos... Su orgullo y sus malos instintos rebuscaban todos los sofismas del egoísmo para producir una reacción; pero si estos ganaban algún terreno, al punto lo perdían.

Mientras los enemigos entendían en combatir y romper la palizada, no perdían tiempo los nuestros, tirando á unos y á otros, haciendo gran daño en ellos por tenerlos cerca y á caballero, tirándoles de mampuesto, seguros con los reparos que habían hecho para ello, porque las galeras estaban muy bien abestionadas por la parte que las batían y empavesadas por todas partes.

Estas son las palabras que yo esperaba, que yo preveía, exclamo con fuego Cristián. ¿No lo has dicho todo ante los jueces? ¿Has temido comprometer á quién? ¡Acaso á los mismos que te perdían! Pero vamos al fin á comprenderlo todo y á descifrar este enigma... Esperemos á Marenval, que tiene derecho á saber lo mismo que nosotros.

Carlota no se cansaba de preguntarle todos los pormenores de su existencia en aquellas veinticuatro horas. Mario no tenía tiempo para darle completas explicaciones. Se quitaban la palabra de la boca, se perdían en divagaciones insustanciales, gozando el placer de hallarse juntos, como si no se hubiesen visto en largo tiempo.

Y, aparte el respeto que se le debe, Adam Smith se equivocó al suponer que los comediantes, cantores y bailarines, ganaban mucho dinero en compensación del decoro que perdían en su oficio, el cual, si fuese más honrado, sería ejercido por más personas hábiles, y esta concurrencia haría bajar el precio.

Mina, dominada por la emoción del atardecer, sentía el pecho oprimido. En sus ojos había lágrimas. «¡Ángeles, adiósSólo se habían mostrado por unos instantes, como las visiones de felicidad que rasgan el lienzo gris de nuestra vida. Ellos se marchaban, se perdían en el infinito, lo mismo que ella desaparecería, tal vez muy pronto, tragada por la sombra.

Anhelando salir del laberinto en que sus pensamientos se perdían, no encontraba la senda que su conciencia atormentada le sugería tomar para salir al gran camino donde evolucionaría lealmente. Mil escrúpulos la detenían; si hubiera estado cierta de que su novio deseaba una ruptura, no habría vacilado en retirar su palabra.

Sus pies, calzados de alpargatas, hollaban la grava, en la que se perdían los últimos estremecimientos del mar.

Palabra del Dia

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