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Actualizado: 31 de agosto de 2025


Todo depende del azar añadió , ó mejor dicho, del error. Perdemos por error y ganamos por él igualmente. Nuestro error es el resultado de una infinidad de errores infinitesimales debidos á otra infinidad de pequeñas causas, cuyo análisis no podemos intentar siquiera.

Pasaban las señoritas formando grupos, lo mismo que en las plazas de las pequeñas ciudades alrededor del kiosco de los conciertos; pero les faltaba en este continuo girar el encuentro con los jóvenes, el acompañamiento de un amigo, miradas curiosas y simpáticas que las persiguiesen. Sólo quedaban ellas en la cubierta.

Parece deducirse de estas noticias que al emprender las carabelas de Palos su viaje, la artillería no era numerosa en los bajeles, y las confirma una cédula de los Reyes Católicos, del año 1505, mandando entregar 10 lombardas, las dos grandes y las ocho pequeñas para la carraca de Iñigo de Artieta, general de la Armada de Vizcaya que estuvo en Cádiz al emprender Colón la descubierta, por si necesario fuera protegerla.

Apénas nos atrevimos á caminar por entre aquellos abismos de cristal en un trayecto de 80 á 90 metros. Nos conducian dos guias que, con el auxilio de hachas y picos, iban practicando en el hielo pequeñas hendeduras que nos servian de escalones para trepar hasta la cima de alguna onda ó colina.

Me dejé caer ante la cama, y cubriendo de besos las manos de Marta, le supliqué que tuviera compasión de , quería hablarle, le decía, tenía un peso que me aplastaba el pecho, que me sofocaba: iba a ahogarme. Ella no se despertó. Recogida en su dolor, yacía, triste esqueleto. En sus pómulos se encendían pequeñas llamaradas. La respiración silbaba.

Los dos salieron de la ciudad, y después de seguir las cercas de las pequeñas viñas con sus casitas de recreo entre grupos de árboles, vieron extenderse ante sus ojos las planicies de Caulina como una estepa verde. Ni un árbol, ni un edificio.

Una especie de foso con su borde lleno de cieno seco y hojas en descomposición, nos enseña que en este paraje el curso de las aguas es tranquilo y casi sin corriente; más lejos, el lecho aparece apenas trazado porque las aguas se resbalan con rapidez por la gran pendiente; en otra parte, las aristas paralelas de los asientos rocosos atraviesan oblicuamente el fondo desde una á otra orilla, formando obstáculos sobre los cuales la corriente se descompone formando pequeñas ondas.

Mas cual no sería la sorpresa de los excursionistas al ver que á medida que se internaban en el monte, se presentaban ante su vista pequeñas casitas de yagua, y el humo que despedían las candeladas; todo eso demostraba que horas antes había estado acampada allí alguna numerosa partida de alzados, por lo que hubieron de abandonar aquel lugar teniendo en cuenta que sólo eran seis hombres, de los cuales solamente dos usaban arma larga.

Durante el curso de los siglos trabajaron las aguas, llevando arcilla y leve arena para reconstituir su cauce y formar en las cercanías una capa de tierra vegetal; los torrentes han limpiado poco á poco su lecho, royendo ó separando las piedras que les molestaban; el monstruoso pavimento formado por las rocas más pequeñas se ha cubierto de hierbas, convirtiéndose en pasto montuoso, erizado de puntas; los grandes peñascos se han vestido de musgo y se agrupan acá y allá en pintorescos collados; grupos de árboles crecen al lado de cada reborde roquizo y siembran de encantadoras manchas de verdura el grato paisaje.

#Los manantiales del valle# A todos los arroyuelos visibles é invisibles que descienden de barrancos y vallecillos hacia el arroyo principal, se unen aún á centenares infinidad de pequeñas fuentes y venas de agua, todas diferentes por el aspecto y el paisaje de las piedras, los zarzales, arbustos ó árboles que las rodean, diferenciándose también por la cantidad de sus aguas y por la oscilación de su nivel, según los meteoros y las estaciones del año.

Palabra del Dia

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