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Actualizado: 30 de junio de 2025
Temblorosa, azorada, fué a buscar una botella de vino. Aunque un poco menos indignado, tampoco quiso recibirla; repitió con mayor énfasis, pero no más claridad, la orden que había dado. Al cabo, a fuerza de aguzar el oído, la sirvienta vino a entender que su amo pedía un ponche de ron.
Si no la hubiese abrasado en su celestial afecto y empezado a otorgar favores tan gratos como inmerecidos, nunca le hubiera venido a la cabeza idea tan disparatada. No, no pedía tanta gracia, tanto consuelo; le bastaba con lo que Jesús se dignase darle, con algunas migajitas de su amor inmortal.
Cada cual pedía al Rey su padre armas, caballos, su bendición y algún dinero, con lo cual al frente de una brillante comitiva, se ponía en camino. Era de ver cómo iban llegando a la corte de la Princesita todos estos altos señores. Eran de ver los saraos que había entonces en los palacios reales.
Mas tampoco era verosímil que al cabo de año y medio de silencio absoluto, de completo olvido, salieran los masones reclamando los papeles e iniciando su petición con la ridícula bromita muy en carácter, por cierto de enviarle un sellito... Y además, ¡qué demonio!, a él le habían entregado unos papeles para el rey Amadeo, y el rey Amadeo se había ido. ¿Iba a correr de ceca en meca en busca del rey cesante?... ¿Y con qué derecho le pedía cuentas la masonería española, perteneciendo él a la italiana?
Lo grave, lo inesperado, lo terrible para mí estaba por otro lado: la calidad de lo que se me pedía en ella. Resuelto a cambiar de vida por algún tiempo, Dios sabe qué derroteros hubiera adoptado yo; pero es indudable para mí que jamás habría elegido el que mi tío deseaba y me proponía.
El mendigo pedía, humildemente, un ligero favor, el marinero se lo hacía, y el viejo resultaba nada menos que San Pedro, que en agradecimiento concedía al marinero un don.
Dímosle luego lo que pedía, y él poco a poco lo fue traduciendo; y, en acabando, dijo: ''Todo lo que va aquí en romance, sin faltar letra, es lo que contiene este papel morisco; y hase de advertir que adonde dice Lela Marién quiere decir Nuestra Señora la Virgen María''.
Pero su naturaleza era de carne mortal, y sus hijos pedazos de sus entrañas, y tenía que dolerle mucho allí cuando se las desgarraban fibra a fibra. Dios no pedía cuentas de estas tribulaciones a sus criaturas.
En el mismo momento también, el abate Constantín, de rodillas ante su camita de nogal, con todo el fervor de su alma, pedía las gracias del Cielo para las dos mujeres que le hicieron pasar el día más feliz de su vida. Rogaba a Dios bendijera a madama Scott en sus hijos, y diera a miss Percival un marido, según su corazón.
Porque ¿qué culpa tenía Carlota de que se levantase a las seis de la mañana, habiéndole dicho la noche anterior que oiría misa a las diez en el Sacramento? ¿Ni por qué pedía a grandes voces el almuerzo a las once, si le constaba que hasta las dos lo menos no había de salir de tiendas D.ª Carolina con sus hijas?
Palabra del Dia
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