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Actualizado: 26 de junio de 2025
Estuvo oyendo mucho tiempo el ruido de sus pasos, despues entró en su celda y esperó que apareciera en la calle. Vióle, en efecto, oyó que decía á un compañero que le preguntaba á donde iba: ¡Al Gobierno Civil! ¡Voy á ver los pasquines y á reunirme con los otros! El compañero, asustado, se quedó mirándole como quien mira á uno que se suicida y se alejó corriendo.
Y repitiendo las mismas razones, dió muchas vueltas por la plaza y calles de la villa, con lo que conmovió los ánimos de aquellos cholos, que estaban vacilando en la fidelidad, y anunciaban con pasquines y canciones, les faltaba poco para abrazar el partido del rebelde, lo que daba fundados motivos para temer una tragedia tan sangrienta, como semejante á la de Oruro, de que hubiera resultado la pérdida inevitable de todo el reino; porque aquella provincia tiene mas de 20,000 hombres de todas castas, que pasan por españoles, capaces de manejar las armas, y tan valientes como determinados.
En la platería donde se hospedaba Plácido Penitente, se comentaban tambien los acontecimientos y se discutían con cierta libertad. ¡Yo no creo en los pasquines! decía un obrero delgaducho y seco á fuerza de manejar el soplete; ¡para mí es obra del P. Salví! ¡Ejem, ejem! tosió el maestro platero, hombre muy prudente que, temiendo pasar por cobarde, no se atrevía á cortar la conversacion.
Pues sencillamente; inventa los pasquines, aprovechándose de la cuestion de los estudiantes, y mientras todo el mundo está alborotado, ¡pum! ¡unta á los empleados y pasan las cajas! ¡Justo, justo! exclamó el crédulo pegando un puñetazo sobre la mesa. ¡Justo! Por eso palá el chino Quiroga... ¡por eso! Y tiene que callarse no sabiendo qué decir del chino Quiroga.
En efecto, la noticia de haberse encontrado pasquines subversivos en las puertas de la Universidad, no solo quitó el apetito á muchos y trastornó la digestion á otros, sino que tambien puso intranquilos á los flemáticos chinos, que no se atrevieron á sentarse en sus tiendas con una pierna recogida como de costumbre, por temor de que les faltase tiempo de estenderla para echarse á correr.
Tampoco creían en insurrecciones ni en pasquines, conocido el caracter ultrapacífico y prudente del estudiante, y prefirieron atribuirla á venganzas de frailes, por haber sacado de la servidumbre á Julî, hija de tulisan, enemigo mortal de cierta poderosa corporacion.
Pero ¿quién será el tonto que ha escrito semejantes pasquines? preguntaba uno indignado. ¿Qué nos importa? contestaba Isagani; nosotros no tenemos por qué averiguarlo, ¡que lo averigüen ellos! Antes de saber cómo están redactados, nosotros no tenemos necesidad de hacer alardes de adhesion en los momentos como éste. Allí donde hay peligro, ¡allí debemos acudir porque allí está el honor!
El buen hombre se contentaba con toser, guiñaba á su oficial y miraba hácia la calle, como para decirle: ¡Pueden espiarnos! ¡Por lo de la opereta! continuó el obrero. ¡Ohó! exclamó uno que tenía cara de simple; ¡ya lo decía yo! Por eso... ¡Hm! repuso un escribiente en tono de compasion; lo de los pasquines es cierto, Chichoy, ¡pero te daré su explicacion!
Cuidóse, pues, el insigne sevillano de salvar de la destrucción preciados monumentos escultóricos que sirviesen de ornamento á su Palacio, y á Sevilla envió gran número de estátuas antiguas de Roma que le dió el Pontífice Pío V, las cuales, dice Zúñiga, se ven en el patio y jardin de su palacio, con otras muchas insignes antiguallas, entre ellas unas que se afirman ser las estátuas mutiladas de Pasquino y Marfrodio, tan mentadas de Roma, en que nunca faltará su memoria, y el sitio que ocuparon destinado á los libelos y Pasquines, no fáciles de hacer callar, ni al castigo ni al escarmiento.
Palabra del Dia
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