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Actualizado: 3 de octubre de 2025


En Pasajes, tras de la monotonía fatigosa de las montañas reposaron al fin los ojos, viendo extenderse el mar azul, un tanto rizado, mientras los buques, fondeados en la bahía, se columpiaban con oscilación imperceptible, y una brisa marina, acre y salitrosa, estremecía las cortinillas de tafetán del coche, aventando el sudor de la frente de los cansados viajeros.

Acompañado de su amante, joven y hermosa, á quien adoraba y que procuraba hacerle dichoso, considerado y tenido en alto aprecio por todos y agasajado por cuantos hombres de letras había en la capital de Andalucía, la estancia de Lope en nuestra ciudad debió serle en extremo agradable, y de ella conservó siempre gratísimos recuerdos, como se desprende de algunos pasajes de sus obras.

Nadaban unos contra otros, oprimidos, compactos, formando bancos, como pedazos de playa que se hubiesen soltado á navegar. Parecían una isla que emerge ó un continente que empieza á hundirse. En los pasajes estrechos eran tantos, que las aguas se solidificaban, dificultando el avance á remo. Su número escapaba á los límites de todo cálculo, como las arenas y las estrellas.

Difícil es deslindar hasta qué punto se hayan aprovechado los filósofos modernos de las doctrinas de los escolásticos en lo tocante á la distincion entre los conocimientos puros y los empíricos; pero lo cierto es que en las obras de los escolásticos se hallan sobre estas cuestiones, pasajes sumamente luminosos.

Más de lo que se piensa... Leo pasajes tiernísimos... estrofas de despedida... ayes de soledad... ¡Ay, qué majadero! ¡Oh!, a no se me escapa nada.

En el mismo instante surgió otra luz, allá a lo lejos sobre la masa oscura de los árboles de la opuesta orilla. La batelera comenzó a manejar los remos procurando no hacer ruido. El pueblo de Pasajes reposaba. En los buques surtos en la bahía habíanse apagado ya los fogones, y los tripulantes se entregaban descuidadamente al sueño. La noche estaba encapotada y apacible.

En las piezas más antiguas de Lope constituye esta combinación, y la que vamos á nombrar en seguida, la forma más general y frecuente del diálogo dramático en sus diversas gradaciones: Calderón, y los que le sucedieron, la emplean con preferencia en los momentos, en que se reflexiona, en los pasajes tiernos ó satíricos, y en las antítesis. c.

Una prueba palpable de que el fundamento de esos yerros contra la cronología, etc., no siempre se han de mirar como resultado de la ignorancia, nos lo suministran algunos pasajes de sus papeles cómicos, por ejemplo, las palabras siguientes de Los dos amantes del cielo: Un fraile... más no es bueno, Porque aún no hay en Roma frailes.

Bien; de eso ya hablaremos... Acaso tengas razón... Hasta luego dijo poniéndose el sombrero y dándole un beso de despedida. Por más que nos duela hablar mal del héroe de nuestra historia, la verdad nos obliga a confesar que Miguel tuvo la cobardía de cortar sus relaciones con la niña de Pasajes dejando de escribirla.

Con razón insiste D. José Amador de los Ríos, notable crítico que ha publicado las obras del marqués de Santillana, en el carácter dramático del Diálogo de vías contra la fortuna de este poeta, y en el arte singular, que recuerda á los grandes dramáticos del siglo XVII, con que maneja en algunos pasajes el diálogo. Crónica del rey D. Juan II, pág. 261. Mariana, Historia general de España, lib.

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