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Mientras me hablaba, miré emocionado ese saloncito de papel claro, que hacía mucho tiempo que no había visto y donde he pasado ya tan hermosas horas. Todo estaba igual.

Para reverenciar el pasado, nos dirigimos en peregrinación á las ruinas de las ciudades muertes, y contemplamos con emoción uniformes montones de piedras, porque sabemos que bajo esos escombros yacen los huesos de hombres que trabajaron y sufrieron por nosotros, creando penosamente con la miseria y la lucha la preciosa herencia de experiencias que llamamos historia.

La mayor había pasado una semana hablando de Ulises y la Odisea con un licenciado en letras que agonizaba lentamente, pensando en su tesis de doctor que jamás llegaría á leer en la Sorbona. Mientras tanto, Julieta escribía cartas.

Hecho esto, me vine y di cuenta de cuanto había pasado al renegado y a mis compañeros; y ya no veía la hora de verme gozar sin sobresalto del bien que en la hermosa y bella Zoraida la suerte me ofrecía.

Después de muchos días llegaron á dar en un camino lleno de huellas de hombres, por donde se persuadieron los Boxos que poco antes habían pasado por allí los Tapuyquias, cuando impensadamente llegaron á una sementera, donde estaba trabajando actualmente un indio anciano con su familia.

Su hija Feliciana, que era toda su familia, estaba trabajando en la fábrica de gorras, y él iba de un lado a otro, preparándose el almuerzo, después de bien pasado el mediodía. También el Mosco se levantaba tarde.

La miramos con cara de muy inocentes y nunca llegará a sospechar nada. Oye; yo la miraré así, bien en los ojos; ¿se me conoce algo? Y siguió leyendo: "...me dominará la delicia de adorarlo. Tía lo ha invitado a pasar una temporada en la estancia, para el verano. El año pasado estuve allí.

Su hermano hablaba de despertarle á bofetadas; pero Pimentó intervino bondadosamente, como un vencedor magnánimo. Ya le despertarían á la hora de cenar. Y afectando dar poca importancia á la porfía y á su propia fortaleza, habló de su falta de apetito como de una gran desgracia, después de haberse pasado dos días en aquel sitio devorando y bebiendo brutalmente.

¿Qué ha pasado aquí? exclamó Cornelio con voz ronca. ¡Aquí ha habido un combate! respondió Horn mesándose el cabello . ¡Los salvajes han acometido a nuestros compañeros! ¡Y tal vez mi tío, mi hermano y el chino han sido muertos! ¡No!... ¡Esperad!... El piloto se precipitó entre la yerba y recogió un trozo de carta arrugado, que había al pie de un árbol.

Procuraba el bueno de Frasquito tranquilizarla, pero inútilmente. Y el desteñido viejo tenía que callarse cuando su paisana le decía: «¡Pero si nunca ha pasado esto; nunca, querido Ponte! Ni una sola vez ha faltado de casa en tantísimos años».