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El fervor de los cruzados encendía en aquellos breves instantes de heroica dicha su alma buena; y su deleite, que le inundaba de una luz parecida a la de los astros, era solo comparable a la vasta amargura con que reconocía, a poco que en el mundo no encuentran auxilio, sino cuando convienen a algún interés que las vicia, las obras de pureza.

Esta es una comedia muy parecida á las anteriores en espíritu y colorido, y que también se distingue por la hábil pintura de sus caracteres. El antitipo, ó contraste de Toribio, es en ésta un petimetre ilustrado y vanidoso.

En otra lo pulen, que es cosa muy curiosa, parecida a la de las piedras de amolar, sólo que la máquina de pulir anda más de prisa, y la rueda es de alambres delgados como cabellos, como un cepillo que da vueltas, y muchas, como que da dos mil quinientas vueltas en un minuto.

La primera vez que Maxi lo observó, movíase el disco con majestuosa lentitud, y era tan hermoso de ver con su coraza de tablitas blancas y rojas, parecida a un plumaje, que tuvo fijos en él los tristes ojos un buen cuarto de hora.

Se trabaja mucho en su continuacion, y se emprenden otras nuevas. Lo que es un verdadero secreto para el viajero, es el admirable estado de todas las carreteras de Suiza, á pesar de que por ninguna parte se encuentra un peon caminero, gendarme ni cosa parecida.

Le seguía en edad la joven Narcisa, una muchacha de veinticinco años, ojizarca y endeble, melindrosa y no mal parecida. Ella era, en ausencia de Fernando, el mimo de la casa, el centro adonde convergían todas las atenciones y de donde partían todos los designios. Doña Rebeca, con hacer honor a su nombre, había sido toda sumisión y desvelo para malcriar a su hija.

Estos sucesos ocurrian en el palacio de la imperial Toledo, cuando dió á luz la reina Isabel, el 6 de noviembre de 1479, á la princesa Doña Juana de Castilla, muy parecida á su abuela Doña Juana, esposa de D. Juan III de Aragon, segun afirma el autor de las Reinas Católicas.

Gastábase en esto mi padre, llevado del entrañable amor que me tenía, la mejor parte de su hacienda; y aunque por ser yo muchacha, y no mal parecida, y en las apariencias rica, me galanteaba gran número de jóvenes y hermosos caballeros, no se me iba a de la memoria aquel pobre Gaspar que por a las Indias se había ido, y por sin duda había muerto; y aparecíaseme con mucha más frecuencia en sueños, y más melancólico, y a cada aparición con más semejanza de un alma en pena.

No si es espíritu lo que en él obra tales maravillas; no si es magnetismo, sonambulismo, electricidad ó cosa parecida; pero lo cierto es que hay en aquel hombre un instinto maravilloso, unas matemáticas que nadie le ha enseñado; unas matemáticas que vienen de Dios.

Al fin, delante de ellas y de todos, se llegó a y dijo: -V. Md. me perdone, que por Dios que le tenía, hasta que supe su nombre, por bien diferente de lo que es; que no he visto cosa tan parecida a un criado que yo tuve en Segovia, que se llamaba Pablillos, hijo de un barbero del mismo lugar.