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Juzgué que debía tener alrededor de veintiocho años, y me pareció un hombre vulgar, mal educado, de nariz chata y ancha y cabellos amarillos, cuya figura pesada, apoyado como estaba contra el bajo parapeto, era indudablemente la de un agricultor.

Á su lado y apoyada en el parapeto del puente, la baronesa parecía el tipo acabado de las altivas castellanas de la época.

En la bahía de Iligan, próximo á la entrada del seno de Panguil, en la meseta de una estrecha lengua de tierra formada por el río Liangan y el mar. El recinto lo forma un muro rectangular de mampostería de 25 x 30 metros y uno de espesor; foso á 10 metros del parapeto y una doble estacada.

Sobre el parapeto del camino real que cae al mar estaban siempre de codos algunos marineros, con gruesos zuecos de palo, faja de lana roja, gorro catalán; sus rostros curtidos, su sotabarba poblada y recia, su mirar franco, decían a las claras la libertad y rudeza de la existencia marítima; a pocos pasos de este grupo, que rara vez faltaba de allí, se instalaba, en la confluencia de la alameda y la cuesta, el mercadillo: cestas de marchitas verduras, pescados, mariscos; pero nunca aves ni frutas de mérito.

Los últimos servían de defensa y adorno para cubrir las bordas, y de ellos viene el nombre de pavesada que conserva el vocabulario naval, aplicándolo ahora á la cubierta de los cois, igualmente colocados por parapeto defensivo.

Sentáronse un rato Baltasar y la Tribuna en el parapeto del camino, protegidos por el silencio que reinaba en torno, y animados por la complicidad tácita del ocaso, del paisaje, de la serenidad universal de las cosas, que los sepultaba en profundo caimiento de ánimo, que relajaba sus fibras infundiéndoles blanda pereza muy semejante a la indiferencia moral.

Su figura sobresalía del parapeto, destacándose sola y arrogante. Llevaba zamarra larga con cordonaje negro, faja morada y gorra pellejera. Pateta, según iba subiendo, le miraba con mayor tenacidad: de pronto, al reconocerle, soltó una palabrota y murmuró con ira: ¡El del fusilamiento! Y rápidamente el pensamiento le señaló su verdadero enemigo.