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Actualizado: 9 de mayo de 2025


Dos hombres le llevaban calle abajo, cada cual agarrándole de un brazo, y él, mirando con estupidez a sus conductores, repetía: ¡machacárselo! . A ratos se paraba, prorrumpiendo en risas de demente. Ya cerca de la iglesia aparecieron dos individuos de Orden Público, que viendo a Maxi en aquel estado, le recibieron muy mal.

Cuando el Sol aun apenas descubria, Un indio por la playa caminando Bajaba, y el semblante que traia Parece de español: de cuando en cuando Paraba; con la priesa que traia A estamos se viene ya acercando: De su trage y manera bien parece Que alguna cosa nueva nos ofrece.

Entonces las monjas giraban vertiginosamente y las arañas se sacudían echando sobre ellas los cirios. Luego, bruscamente, la música paraba y cada monja quedaba tiesa, en actitud grotesca. Todas ellas llevaban hábito descotado y reían como locas; pero al mirarse los brazos desnudos enrojecían tanto, que de los párpados hinchados les brotaban gruesas gotas de sangre.

Sólo Sancho, de todos los presentes, estaba en su mesmo juicio y en su mesma figura; el cual, aunque le faltaba bien poco para tener la mesma enfermedad de su amo, no dejó de conocer quién eran todas aquellas contrahechas figuras; mas no osó descoser su boca, hasta ver en qué paraba aquel asalto y prisión de su amo, el cual tampoco hablaba palabra, atendiendo a ver el paradero de su desgracia; que fue que, trayendo allí la jaula, le encerraron dentro, y le clavaron los maderos tan fuertemente que no se pudieran romper a dos tirones.

Entre el humo y los reniegos de los antros del vicio, la niña, asida de la mano del maestro, se paraba mirando ansiosamente, tratando de descubrir, al parecer inconsciente de todo, el objeto que buscaba y que absorbía todos sus sentidos.

«El alfonsismo es un crimen» afirmó con la mayor suficiencia Leopoldo Montes, que no se paraba en barras para expresar una opinión. Pero un crimen de lesa nación agregó Rubín . Es lo que yo le decía anoche a Relimpio, que también se va cayendo de ese lado. ¡En estos momentos, cuando no se sabe lo que saldrá de la guerra...! Pues qué, si D. Carlos no fuera un necio, ¿no estaría ya en Madrid?

Como no se paraba en barras cuando creía necesario interrogar a alguna persona, de buenas a primeras acometió a Ballester en esta forma: «Dígame usted, caballero, y dispense la confianza. ¿Es usted la persona que ahora... tiene más ascendiente con esta mujer?». Yo, señora... ascendiente no creo tenerlo... La conozco hace poco tiempo. Soy su amigo; me intereso algo por ella.

Su color era tal, que en cuanto se agitaba se convertía en una montaña de púrpura esplendente, tan bermejo se paraba, resaltando así más y más su crin y cola de azabache, que era necesario recortar muy a menudo, pues de otra manera llegaran a rodar por el suelo.

La piedad huía de repente, y la dominaba una pereza invencible de buscar el remedio para aquella sequedad del alma en la oración o en las lecturas piadosas. Ya meditaba pocas veces. Si se paraba a evocar pensamientos religiosos, a contemplar abstracciones sagradas, en vez de Dios se le presentaba Mesía.

Cuando estaba borracho hacía tales dibujos por las calles, que, como decía Yurrumendi, sólo por verle marchar trompicando, se le podía convidar a vino. Al llegar Joshepe Tiñacu a casa, se paraba, y, con voz suave e insinuante, solía decir a su mujer: Anthoni, saca el disco. La mujer se asomaba a la ventana con una luz, y el borracho, entonces, entraba en su casa.

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