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Actualizado: 24 de junio de 2025
PANTOJA. De la muñeca graciosa, de la niña voluble, podrá salir un ángel más fácilmente que saldría de la mujer. CUESTA. No le entiendo a usted, amigo Pantoja. PANTOJA. Me entiendo yo... Mire, mire como juegan. CUESTA.
No puedo ocultar a usted que me desagrada la familiaridad de la niña con el sobrino de Urbano. EVARISTA. Ya la corregiremos. Pero tenga usted presente que Máximo es un hombre honradísimo, juicioso... PANTOJA. Sí, sí; pero... Amiga mía, en los senderos de la confianza tropiezan y resbalan los más fuertes: me lo ha enseñado una triste experiencia. Yo sentaré la cabeza cuando me acomode.
Determinémonos, amiga del alma, a poner a Electra donde no vea ejemplos de liviandad, ni oiga ninguna palabra con dejos maliciosos... EVARISTA. Donde respire el ambiente de la virtud austera... PANTOJA. Donde no la trastorne el zumbido de los venenosos pretendientes sin pudor... En la crítica edad de la formación del carácter, debemos preservarla del mayor peligro, señora, del inmenso peligro...
Conociéndome como me conoces, comprenderás que mi objeto es de los más puros, de los más honrados. PATROS. ¿Para decir cuatro palabritas a la señorita Electra? CUESTA. Si pudiera ser hoy, mejor. PATROS. El señor ¿vuelve luego? CUESTA. Volveré, y con disimulo me adviertes... PATROS. Sí, Sí... Pierda cuidado. CUESTA; PANTOJA, enteramente vestido de negro. Entra en escena meditabundo, abstraído.
Se trata de la mujer que es todo para mí en el mundo. PANTOJA. Para mí es más: es los cielos y la tierra. MÁXIMO. Sepa yo al instante la maquinación que ha tramado usted contra esa pobre huérfana, contra mí, contra los dos, unidos ya eternamente por la efusión de nuestras almas; sepa yo qué veneno arrojó usted en el oído de la que puedo y debo llamar ya mi mujer. PANTOJA. No he dicho nada.
Aquel libro tenía por título: Miedos y tentaciones de San Antonio Abad. La habitación en que la duquesa se encontraba era una extensa cámara del alcázar, cuyas paredes estaban cubiertas de damasco rojo, y adornadas con enormes cuadros del Tiziano, de Rafael y de Pantoja de la Cruz.
PANTOJA. Nada. Que para ese plan... hermosísimo, lo reconozco... no puedo ofrecer a usted mi cooperación. De modo que según usted, mi señora Doña Evarista, si la niña quiere perderse, que se pierda; si ella se empeña en condenarse, condénese en buen hora. Está. EVARISTA. ¡Oh! no... Me falta valor para intervenir... ¿Y con qué derecho?... Imposible, Don Salvador, imposible...
PANTOJA. Anticipándome a mis buenos amigos, Urbano y Evarista, que pronto volverán a su casa, aquí estoy dispuesto a cumplir el deber de ellos y el mío. MÁXIMO. ¡El deber de ellos... usted...! MARQU
ELECTRA (18 años) EVARISTA (50 años), esposa de Don Urbano MÁXIMO (35 años) DON SALVADOR PANTOJA (50 años) EL MARQU
PANTOJA. No, no: yo iré... No me fío de nadie... Quiero vigilar todos los patios, todos los pasadizos y rincones del edificio. DOROTEA. ¿Qué?... Nada, señor... Es aprensión. PANTOJA. Creí sentir rumor de voces... golpes en alguna puerta lejana. DOROTEA. ¿Hacia qué parte? PANTOJA. Hacia la Enfermería. ¡Oh, no tengo tranquilidad! Se va presuroso, muy inquieto, por el foro derecha.
Palabra del Dia
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