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Actualizado: 5 de junio de 2025


La condesa daba un grito y después se echaba á reír mientras él la contemplaba de hito en hito á distancia respetable, un poco asustado de lo que había hecho. Verdad que la condesa le pagaba su afición prodigándole grandes cuidados culinarios y librándole en no pocas ocasiones de la justa cólera de su dueño. Y basta de noticia biográfica.

Cada libra se pagaba a cuatro y cinco libras esterlinas. El capitán quería desquitarse a toda costa. Había calculado la cantidad de agua necesaria para el viaje; pero estos cálculos en barcos de vela, como usted sabe, no tienen mucho valor. El Pacífico es muy grande, el viaje largo; éramos demasiada gente y el agua nos había de perder. Por la noche comenzó el embarque de los chinos.

Hasta en aquellos lugares donde el hombre suele perder todo encanto, porque es el deber, lograba conquistas verdaderas y de ello se pagaba no poco el Marquesito, que trataba con desdén a las queridas ganadas en buena lid, y con grandes miramientos y hasta cariño a las que le costaban su dinero.

Cualquiera podría observar que una de las niñas, la más llena de carnes y redondita, pagaba algunas, no todas, de las miradas que Mario enfilaba en aquella dirección. Cuando esto acaecía, la joven sonreía leve y plácidamente mientras aquél hacía una mueca singular que nada tenía de sonrisa, aunque pretendía serlo.

Cuando el señor don Víctor Quintanar era Regente de Vetusta, el Magistral le visitaba en todas las solemnidades en que exigían este acto de cortesía las costumbres del pueblo; estas visitas las pagaba con la exactitud que usaba en estos asuntos el señor Quintanar, el más cumplido caballero de la ciudad, después de Bermúdez.

Compraba a docenas zapatos de mujer; pagaba en las tiendas pañuelos y refajos que al día siguiente eran ostentados en las afueras de la ciudad. Los más entusiastas correligionarios, sin perder el tradicional respeto, hablaban sonriendo de sus debilidades, y señalaban un sinnúmero de arrapiezos del arrabal morenotes, fuertes y ceñudos, como si fueran una reproducción del quefe.

Emma le presentaba las cuentas de la modista, que subían a buenos picos, y él pagaba sin chistar. También hubo que hacerle ropa nueva a Bonis, pues su mujer sólo en este punto tenía buena idea de la dignidad de un marido.

Tenía hacía diez años una cocinera que le daba de comer á su gusto y Clementina se la llevó, á fuerza de dinero, y cuando sus amigos la felicitaban por su delicada cocina, ella respondía: "¿Qué quiere usted? No ha podido permanecer en casa de Roussel, porque no pagaba jamás sus gastos.

Yo la miraba de vez en cuando con curiosidad no exenta de rencor. Ella me pagaba con una mirada franca y risueña donde aún ardía un poco de burla. Es necesario que usted se mude pronto; la humedad en los pies es muy mala me dijo la madre con interés. ¡Phs! Hasta la noche no me mudaré.

En cuanto a la herencia paterna, ya le dije lo que creí cuando vi a su hijo. Respecto a la madre, hay allí un pulmón que no sopla bien. No veo nada más, pero hay un soplo un poco rudo. Hágala examinar bien. Con el alma destrozada de remordimiento, Mazzini redobló su amor a su hijo, el pequeño idiota que pagaba los excesos del abuelo.

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