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Actualizado: 17 de julio de 2025
Desde allí nos fuimos al Palacio de Monterey, del cual ya he dicho que sirvió de modelo para el Pabellón Español edificado en la Exposición de París de 1867. Del tal Palacio no existe, ni creo que haya existido nunca, más que un lado ó ala, con dos torres, bien que estén construídos los arranques de los otros lados.
El capellán quería dejar bien puesto el pabellón de la Iglesia y pasar agradablemente las noches que se hacían eternas en Loreto, aun en primavera. Ana, sentada lejos, casi hundida y perdida en una butaca grande de gutapercha, de grandes orejas, donde había ella soñado mucho despierta, soñaba también ahora con los ojos muy abiertos, inmóviles.
Entre sus maravillas se distinguian el pabellon central, las fuentes y la mezquita. Sus paredes estaban cubiertas de oro y mármoles trasparentes de diversos colores: su techo de lo mismo, y pendia de su centro una perla de incomparable tamaño y valor que entre otros preciosos dones habia regalado á An-nasír el emperador Constantino Porfirogénito.
Yo he comprado mis cuadros y cuando hayan estado treinta años en mi galería y los hayan visto todas las personas que me conocen, nadie dirá, si quiero venderlos, que puedan ser falsos, pues saldrán de mi casa y yo soy muy conocido. El razonamiento, dijo Tragomer, no deja de ser justo. El pabellón da valor á la mercancía.
Don Salvador fijó un momento su atención y repuso: Efectivamente, se oye un gran alboroto en la calle. Los gritos, la algazara, no solamente iban en aumento, sino que parecían acercarse hacia aquel pacífico retiro. Don Salvador descorrió la persiana de una de las ventanas del pabellón, y asomándose, dijo en voz alta: Atanasio.
Las tejas de este pabellon eran de plata y oro alternadas. Ocupaba el centro del mágico recinto un estanque de pórfido, lleno de purísimo azogue, que limitaba una arquería poligonal de ocho arcos de herradura de ébano y marfil, incrustados de oro y piedras preciosas, sobre columnas de mármol pulido y cristal.
El aislado pabellón y las precauciones tomadas para sustraerse a toda clase de indiscretas miradas, daban a aquella cita un aspecto galante que de una manera deliciosa conturbaba su corazón de viejo soltero. Al dejar el vaso sobre la mesa, volvió Delaberge hacia la señora Liénard su mirada tiernamente interrogativa.
Germana durmió poco aquella noche. Estaba acostada en una inmensa cama de pabellón, en el centro de una habitación desconocida. Un globo de porcelana mal iluminaba los tapices. Mil figuras extravagantes parecían salirse de la pared y bailar alrededor de la cama. Por primera vez, durante veinte años, se veía separada de su madre.
La Plaza de Toros funciona pocas veces, pero, cuando funciona, las Granadinas se acuerdan de que son andaluzas, y dejan el pabellón nacional bien puesto. Tampoco abundan los bailes en estos últimos tiempos.
Prudentes timoneros Que con membrudos brazos Luchais contra las olas Que agita el huracan, Poned la proa al viento Con ánimo esforzado, Fijando el gobernalle Con mano de tiran! Alzad, de alarma al grito, Vencidos, no domados, Cerniendo la melena Como soberbio leon; Alzad y ante los bustos De hermanos degollados, Levante un pueblo libre Su ajado pabellon.
Palabra del Dia
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