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Actualizado: 31 de mayo de 2025
Habíase diferido esto por las enemistades de Entenza, y Rocafort, que estaban aun tan vivas, que no se osaban mover de sus alojamientos, ni juntarse por el recelo que se tenia que entrambas las dos parcialidades no llegasen á rompimiento: tanto pueden disgustos é intereses particulares, que impiden el remedio comun y quieren mas perecer con ellos, que vivir cediendo de su locas y vanas pretensiones.
En uno de los bancos de popa y confundido con los demás pasageros se sentaba un clérigo contemplando el paisaje que se desplegaba sucesivamente á su vista. Sus vecinos le hacían sitio, les hombres, cuando pasaban cerca, se descubrían y los jugadores no osaban poner su mesa cerca de donde él estaba.
Nadie bajó a recogerlo; ningún balcón se abrió siquiera para dejar caer sobre él una moneda de cobre. Los transeúntes, como si viniesen perseguidos de cerca por la pulmonía, no osaban detenerse. Al fin ya no pudo cantar más: la voz expiraba en la garganta; las piernas se le doblaban; iba perdiendo la sensibilidad en las manos.
Bien habría en la Granera media docena de espíritus fuertes, capaces de blasfemar y de hablar sin recato de cosas religiosas; pero dominados por la mayoría, no osaban soltar la lengua.
Por el prólogo le aumentaría cincuenta duros, pero tendría que lucirse, haciendo un trabajo que asombrase y apabullase a los otros caudillos de grupo que osaban discutir en el Congreso con el ilustre jefe. Estos son misterios de alta política. ¡Qué honor para usted conocerlos siendo tan joven!
También los había italianos ó de otras tierras, que, reconociendo la excelencia de los géneros expendidos en el boliche, no osaban, sin embargo, penetrar en su interior.
Siguióse el alcance veinte y cuatro millas hasta Monocastano, degollando siempre sin resistencia alguna porque la huida les hizo dejar las armas con que apretados pudieran defenderse de los nuestros, que esparcidos, cansados y pocos, les seguían; pero la vileza de los Griegos era tanta, que refiere un Autor que por las heridas en el rostro no osaban volverle, aunque con solo este riesgo se pudieran defender; ultima miseria á que puede llegar un hombre cuando teme las heridas mas que la infamia.
Entró en la Universidad por la gran puerta de honor; dejó en un patio su vehículo, amenazando con los más tremendos castigos á los tres caballos-hombres enganchados á él si no eran prudentes y osaban moverse de allí. Siguiendo un dédalo de galerías y pasadizos, únicamente conocidos por los amigos íntimos de Momaren, llegó al pequeño palacio habitado por el Padre de los Maestros.
No por esto desmayó el siervo de Dios, antes tomando materia de este mismo temor para predicarles, lo hizo con tanto fervor de espíritu y eficacia de palabras, mostrando que no eran menos dignos de muerte los que osaban injuriar á la santa cruz que los que impedían su culto; y así convencidos, se rindieron á su voluntad, y levantándola en alto en medio de la plaza, todos con reverente inclinación la adoraron y se ofrecieron á pasar con él á otras tierras.
De ello corría peligro, pues cerca de su persona andaban muchos padres de los que le enviaban discípulos sin el lastre de los dos cuartos. Otros labriegos, que habían mostrado gran hostilidad contra la familia, no osaban llegar hasta la barraca y permanecían en el camino, formando corro.
Palabra del Dia
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