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Actualizado: 10 de junio de 2025
¡Oh! sí, seguramente, dijo uno de los que le escuchaban; quisiéramos que fuese de carne y hueso. ¡Carne y hueso!... ¡Miseria, podredumbre!... exclamó el capitán. Yo he sentido en una orgía arder mis labios y mi cabeza; yo he sentido este fuego que corre por las venas hirviente como la lava de un volcán, cuyos vapores caliginosos turban y trastornan el cerebro y hacen ver visiones extrañas.
Lo encuentra en la compañía de amigos criminales y libertinos y de mujeres perdidas, celebrando todos una orgía, durante la cual cada uno de estos dignos personajes refiere satisfecho los delitos que ha cometido, ornando al fin á Enrico, por más culpable, con una corona de laurel.
Vivía como los lasquenetes mercenarios condenados a la muerte, que, en unas cuantas noches de orgía pantagruélica, devoraban el precio de su sangre.
Al cabo de algún tiempo se presenta el Señor de la viña para visitarla; pero apenas se acerca, oye cánticos sacrílegos, y al entrar es testigo de una orgía, y presencia el estrago que hacen en las cepas los pies de los que danzan.
Comparación exacta... eso, yo aquí lo mismo que un perro.... Y además esto repugna.... Oigan ustedes a ese organista, borracho como ustedes probablemente: convierte el templo del Señor, llamémoslo así, en un baile de candil... en una orgía.... Señores, ¿en qué quedamos, es que ha nacido Cristo o es que ha resucitado el dios Pan? ¡Y Pun, Pin, Pun!... yo soy el general.... Bum Bum.
Espronceda, en una de sus más populares composiciones, se nos presenta en una orgía bebiendo vino, acariciando a cierta dama a quien dirige más insultos que piropos, y mostrándose desesperado, negándolo todo, sin creer y sin esperar nada sino la paz de los sepulcros; pero el poeta nos indica en seguida la causa de tanto mal y nos deja turulatos.
Algo como la locura de una orgía ó el estrépito de un claustro de colegiales aturde en ese santuario alegre de los gayos turpiales, mirlos; toches, pericos, loros, guacamayos y demas análogos, que forman con sus plumajes pintorescos una interminable y movible sucesion de arcos iris, de sombras y luz, y tienen una gran sonata de mil flautas y flajolés en desacuerdo.
Miró al trasluz el líquido topacio del Jerez, y cerró los ojos al beberlo, afirmando que le cosquilleaba en la garganta. Pero su gran orgía, su fruto prohibido, fue el café.
Un loco; simpático años atrás, pero ahora completamente ido, intratable; un hombre que tenía la manía de la aclimatación, que todo lo quería armonizar, mezclar y confundir; que injertaba perales en manzanos y creía que todo era uno y lo mismo, y pretendía que el caso era «adaptarse al medio». Un hombre que había llegado en su orgía de disparates a injertar gallos ingleses en gallos españoles: ¡Lo había visto ella!
De resultas de las frecuentes libaciones, hirvió la sangre, se acaloraron las cabezas, las dulces pláticas se convirtieron en confusión y bullicio, y el banquete empezó a tener carácter de orgía.
Palabra del Dia
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