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Actualizado: 25 de mayo de 2025
Frígilis despreciaba la opinión de sus paisanos y compadecía su pobreza de espíritu. «La humanidad era mala pero no tenía la culpa ella.
Marenval volvió suavemente al asunto que le preocupaba. No le pregunto á usted nada sobre el señor Tragomer; éste no tiene nada oculto para mi y me parece enteramente recomendable. Pero quisiera saber la opinión de usted acerca del señor de Sorege.
Pero, además de la acusación de Vérod, las sospechas, de la opinión pública, la actitud de los acusados, una especie de secreto instinto y su propia conciencia de magistrado le impedían confirmarse definitivamente en esa opinión.
Sí, volveos a vuestra casa, amigo mío respondió la viuda. Pero, cambiando de opinión, dijo en seguida: No, no, permaneced aquí; no podéis volveros a Orsdael. Pues entonces, señora, con vuestro permiso, cerca de aquí hay un mesón. Si me llegáis a necesitar, hacedme llamar allí.
El canto fue descendiendo, hasta concluir en la pronunciación melancólica y cariñosa de una sola letra, la e prolongada; y levantándose en puntas de pie, Nucha depositó a su hija en la cuna muy delicada y cuidadosamente, pues la chiquilla era tan lista en opinión de su madre que distinguía al punto la cuna del brazo, y era capaz de despertar del sopor más profundo si se enteraba de la sustitución.
Apenas me permito expresar una opinión cualquiera, todos los que me oyen aseguran ser de igual modo de pensar. Precisamente mi carácter ama la controversia y las disputas. Cuando vine a España, hícelo con la ilusión de encontrar aquí gran número de gente pendenciera, ruda y primitiva, hombres de corazón borrascoso y apasionado, no embadurnados con el vano charol de la cortesanía.
Y la marquesa, vengando en él lo de su marido, decía: Pues hijo mío, serán ustedes un matrimonio sans-culotte. Fuera de estas defensas relativas de la marquesa, era unánime la opinión: la literata era un absurdo viviente.
Más prolijo se muestra Figueroa al escribir sus ideas sobre esta materia en su Pasajero, pareciéndonos tan importante su opinión acerca del teatro español en cuanto se refiere á su carácter esencial, que nos vemos obligados á insertar sus palabras, curiosas en más de un concepto. La discusión se presenta en forma de diálogo.
Al cabo de treinta días, hízose evidente la necesidad de dar nombre al niño, pues hasta entonces había sido conocido como «el corderito», «el niño de Edmundo», «el cayote», alusión a sus facultades vocales, y aun por el tierno diminutivo de «el maldito bribón». Sin embargo, pronto se dijo que esto era vago y poco satisfactorio, y finalmente prevaleció una nueva opinión.
Mucho antes de que se formalizasen sus relaciones, ya se hablaba en la villa del matrimonio del joven marqués de Peñalta con la señorita de Elorza. Era un matrimonio indicado y pedido por la opinión pública.
Palabra del Dia
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