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Actualizado: 19 de junio de 2025


Una saya de seda color de rosa, recogida en ricos y graciosos pliegues por la diminuta mano, daba magestad á su erguido busto cuyos movimientos favorecidos por el ondulante cuello delataban todos los triunfos de la vanidad y de la coquetería satisfecha.

Los brazos eran finos y frágiles, como los de un niño, pero admirablemente torneados; el cuello, flexible y esbelto, como el de la gacela, se unía a los hombros por una línea fugitiva y ondulante, cuya suprema gracia sólo se encuentra en las vírgenes de Rafael. Los primeros azotes de la doncella fueron tan suaves y comedidos, que no dejaron rastro alguno en aquella preciosa epidermis.

En un espejo, frontero a la ventana, vi quién tocaba. Era una joven rubia, ataviada con modesto traje blanco, uno de esos vestidos de muselina de hilo, frescos, ligeros, vaporosos, que tanto sientan a las muchachas núbiles: trajes que llevan con singular donaire las pollitas de Villaverde y de Pluviosilla. ¡Qué gallarda caía en torno del taburete la ondulante cola de aquella falda!

Menos deseo la gracia de vuestras casquivanas medusas, ni el ondulante encanto de sus cabellos inflamados que atraen, las crean enemigos y las ayudan á naufragar. ¡Oh madre! sólo deseo una cosa, ser... ser uno, y sin apéndices externos y comprometedores ser rechoncho, fuerte en mismo, redondo, pues es la forma más á propósito para podernos librar de las garras de los demás, el ser, en fin, centralizado.

Jamás me pareció tan extraordinario como aquella noche, velada única y última en que quise oírle. Todo era selecto, hasta el idioma fluido, ondulante y rimado que presta a la idea choques sonoros y hace del vocabulario italiano un libro de música. Cantaba el himno eternamente tierno y lamentoso de los amantes que esperan.

Según nos aproximábamos a la provincia de Sevilla, el paisaje adquiría tonos más secos y calientes. La comarca se desenvolvía ondulante como un mar de olas inmensas, petrificadas, hasta los últimos confines del horizonte. Era una tierra roja, sangrienta, que infinitas hileras de olivos rayaban de verde gris.

Frígilis se detuvo y contempló el monte Arco que tenía enfrente, el río ondulante que quedaba debajo y la franja del mar, azulada con pintas blancas, que se veía en un rincón del horizonte, en apariencia más alto que el río, como una pared obscura que subía hacia las nubes. Quintanar se sentó sobre una peña que dejaba descubierta el prado.

No hay tal unidad en la vida psíquica de ninguna persona real, de carne y hueso, con su espíritu complejo, ondulante y variable, con sus pasiones en lucha consigo mismas y con las pasiones, anhelos y deseos de los demás.

Las aguas batían suavemente el paredón a sus pies. Con los ojos clavados en ellas seguía distraído su movimiento ondulante. Las algas, sujetas al fondo, se agitaban con el vaivén de las olas semejando la cabellera de un muerto. ¡Qué bien se dormiría allí abajo! ¡Qué paz en aquel fondo transparente! ¡Qué mágica luz arriba!

Los ojos le rebrillaron y, quitándose la gorra, adelantose paso a paso, con el encogimiento ondulante y lloroso de los perros sin dueño. Desde entonces, vestido de galas lacayunas, sirviole de criado, cursando él mismo en las Escuelas, pues era de aprovechada condición.

Palabra del Dia

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