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Actualizado: 14 de junio de 2025


Era un crimen premiar aquel amor tan intenso introduciendo en su futura existencia algo que pudiese afrentar a Rafael, tan bueno, tan noble, tan amoroso. Se hizo un largo silencio. El sol había desaparecido. Ahora el negro ramaje del olivar se destacaba sobre un cielo de color de violeta, con una leve franja de oro a ras del horizonte.

D. Aureliano tenía hacienda de olivar y viña en el cercano lugar de Zuheros; iba a menudo por allí, y se preciaba de saber, y había investigado y de seguro sabía, todo cuanto desde muchos siglos atrás había acontecido en aquella comarca.

Un día presentóse al arzobispo, con cartas de recomendación, un caballero recién llegado en un navío que, con procedencia de Valparaíso, había dado fondo en el Callao; y bajo secreto de confesión le reveló que él era el ladrón de la celebérrima estaca, la cual había llevado con gran cautela a su hacienda de Chile, y que, no embargante la excomunión, la estaca se había aclimatado y convertidose en un famoso olivar.

De tales encantos rodeada se alza la casa del tío Tumbaga, labriego querido y respetado en la comarca, como pudiera serlo cualquiera de sus antepasados cuando se cubría ante el Rey, y a quien más que el olivar o las tierras de pan llevar que constituyen su hacienda, envidian las mozas el hijo que Dios y su mujer, de común acuerdo, le dieron, a los nueve meses justos de matrimonio, allá por el año de mil ochocientos cincuenta y tantos.

Acabo de referir que uno de los tres primeros olivos que se plantaron en el Perú fué reivindicado por un prójimo chileno, sobre el cual recayó por el hurto nada menos que excomunión mayor, recurso terrorífico merced al cual, años más tarde, restituyó la robada estaca, que a orillas del Mapocho u otro río fuera fundadora de un olivar famoso.

Poseía también don Paco quince aranzadas de olivar, cuyos olivos no eran ningunos cantacucos, sino muy frondosos y que llevaban casi todos los años abundante cosecha de aceitunas, siendo famosas las gordales, que él hacía aliñar muy bien, y que, según los peritos en esta materia, sobrepujaban a las más sabrosas aceitunas de Córdoba, tan celebradas ya en La gatomaquia por el Fénix de los Ingenios, Lope de Vega.

No me explico qué antojo será el suyo de salir diputado por aquí, pudiendo salir por donde quiera. Cerca de este lugar posee unas sesenta aranzadas de olivar, que su padre, militar como él, compró con dinero ganado al juego. Este es el único lazo, que yo sepa, que a este distrito le une.

«... Vos doy e conçedo los diezmos de mi almoxarefadgo, alguacilado de las quintas salinas e mi tienda, e de todos los réditos que tengo en Córdoba, a vos fago donacion de dos fornos e aquellas dos aceñas que fueron de Ordoño Alvaro, e vos doy quinientas aranzadas de viña e cien aranzadas de huerto e la tercera parte de todo mi olivar, etcPrivilegio citado.

Yevaba usté sinco mil duros. ¿No es así? Iga la verdá. Ya ve que estaba bien enterao... Otra ves le vi en un animal de esos que yaman otomóviles, con otro señó de Seviya que creo es su apoderao. Iba usté a firmar la escritura del Olivar del Cura, y yevaba una porrá de dinero aún más grande.

Lope está en Sicilia con el excelentísimo marqués de Santa Cruz, mi señor y mi protectorEpíst. á D. Francisco de Herrera. Fundación y fiestas de la congregación del Oratorio de la calle del Olivar, por D. Joséf Martínez de Grimaldo. Madrid, 1657, IV, fólio 24. Navarrete, Vida de Cervantes, pág. 468.

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