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Actualizado: 31 de mayo de 2025
La mañana, extremadamente fría; lluvia mentidita de calabobos; don Juan ojeroso y falto de sueño; la chica burlona, desenfadada y alegre. ¿Qué hay? Rigular. Explícate. Dejé la carta encima del tocador, entré poco después y la estaba leyendo mu seria.
Los ojos de D.ª Rosario expresaban un orgullo inocente al posarse sobre el rostro de su hijo, mas lánguido y ojeroso que de costumbre.
Lo cierto es que el marqués de Peñalta, de aquel modo extendido con los ojos cerrados, no parecía despierto y ofrecía un semblante tan pálido, tan ojeroso, tan abatido, que inspiraba lástima. En el espacio de algunos minutos se pueden soñar muchas y diversas cosas. Todos han experimentado este fenómeno.
En tanto allá abajo, en el parque, miraba al balcón cerrado del tocador de la Regenta, don Víctor, pálido y ojeroso, como si saliera de una orgía; daba pataditas en el suelo para sacudir el frío y decía a Frígilis, su amigo.... ¡Pobrecita! ¡cuán ajena estará, allá en su tranquilo sueño, de que su esposo la engaña y sale de casa dos horas antes de lo que ella piensa!...
Esto es el diluvio universal, el fin del mundo repuso el viejo. ¡Ojalá! exclamó un joven pálido, ojeroso, que acusaba en su semblante el desgaste precoz de sus fuerzas.
De pocos días a esta parte no se te cae de la mano. ¿Qué prisa tienes? ¿No has venido a Pasajes por mí?... Además, observo que estás algo distraído; que siempre cruza tu frente una arruga profunda, signo de graves meditaciones... hasta te encuentro ayer y hoy un poco ojeroso... ¡Vaya, que no traes mal belén con mi fisonomía! dijo él sonriendo: bajo esta sonrisa se traslucía la cólera.
Tenía el rostro compungido y desapacible, pálido y ojeroso, áspera y morena la tez, con el circuito de los ojos como si acabara de llorar; las cejas muy negras y pobladas; la boca un poco grande y con cierta gracia innata, casi desfigurada por el mohín compungido de sus labios, hechos á la modulación silenciosa de palabras santas.
En esto fueron entrando otras muchas personas en el salón. Llegaron Mariana Calderón y su hija Esperanza, los condes de Cotorraso, Pepa Frías y su hija Irene. Esta última traía el semblante pálido y ojeroso: como que salía de la cama donde había estado algunos días retenida por una afección nerviosa. Ya que estuvo poblado, la marquesa les invitó a pasar al oratorio y así lo hicieron.
Palabra del Dia
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