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Las voces y gemidos de los que cruelmente se herian y mataban, avisaron á muchos que se pudieron poner en seguro, y la codicia de los vencedores, que ocupados en el robo dejaban de matar, tambien dió lugar á que muchos se escapasen.

En este momento deben de estar ya ocupados casi todos ellos. ¡Les ha suministrado la guerra de 1870 tantos héroes, tantos episodios gloriosos!

Los parientes, ocupados en el reparto de la herencia y amenazándose con litigios, no se acordaban de sustituir con una lápida de mármol el trozo de hule con letras de cartón doradas que cubría la boca de la sepultura.

El encuentro de aquel hombre en aquellas circunstancias habíale inspirado un terror muy parecido al que sintió meses antes, al ver vacíos en el álbum del tío Frasquito los huecos ocupados en otro tiempo por los tres sellos. ¿Qué vendría a buscar aquel pajarraco en la corte? ¿Tendría que ver algo su venida con el asunto de los masones? ¿Habría acaso en todo aquello algo más que una estúpida broma?

Manteniéndose ocultos detrás de la isla, cuyas plantas eran suficientes para cubrirles, comenzaron a remontar el río remando en silencio, ayudados por la marea, que subía, empujando hacia atrás las aguas dulces. Los piratas, ocupados en desencallar la piragua, no habían advertido nada, a lo que parecía, pues no se les oía gritar.

También la hay muy frecuente sobre que algunos curas quieran tener ocupados todo el día a los sacristanes y acólitos en su beneficio.

La víspera del día en que debía llegar D. Jaime, todos estaban alborotados en el lugar con la gran fiesta de la recepción que iba a haber. Hasta doña Manolita estaba más alegre que lo de costumbre y muy parlanchina. En la tertulia diaria sólo asistían ella, doña Luz y el Padre, porque los demás andaban aún ocupados en los preparativos de la fiesta, o descansando del ajetreo de aquel día.

Llamábanla la marquesa de Paroliñac; su hija, muchacha de quince años, era uno de los apúntes, y con un guiñar de ojos advertía á su madre las picardigüelas de los pobres apuntes que procuraban enmendar los rigores de la mala suerte. Entráron el abate, Candido y Martin, y nadie se levantó á darles las buenas noches, ni los saludó, ni los miró siquiera; tan ocupados todos estaban en sus naypes.

Jamás sus compañeros habían visto a sus hijas tan cortejadas. ¿Sereu vint? preguntó. Los atlots tardaron en contestar, ocupados en cálculos mentales, murmurando nombres de amigos. ¿Veinte?... Más, muchos más. Podía contar con unos treinta. El payés extremó su falsa indignación. ¡Treinta! ¿Creían acaso que él no necesitaba descanso y que iba a pasar la noche en vela presenciando sus galanteos?...

Está dividido en pequeños y grandes cenadores, no bien aislados unos de otros por el follaje de los arbustos. Todos, o casi todos, estaban ocupados a la sazón. El conde se detuvo un momento, sin saber dónde meternos, cuando saliendo de uno de ellos dos personas decentes, aunque de porte achulado, le abrazaron familiarmente y nos hicieron entrar. Había seis u ocho hombres y tres mujeres.