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Actualizado: 9 de octubre de 2025


De modo que el observador comprendía fácilmente que el barbero ponía su amor propio y su gloria en ejercer ciertas prácticas quirúrgicas, y que era casi a su pesar si descendía a la innoble navaja, cuyos provechos parecían, no obstante, bastante honrosos.

Perdón... os pido mil perdones; mi hijo os conoce perfectamente... es muy observador... Muy perspicaz... perfectamente que os aprecia mucho... No tengo más que decir sobre eso... Pero estoy segura de que, en cuanto a esta cuestión del matrimonio, tendríais grande influencia sobre él... Y si le propusieseis, supongo, a una joven, una de vuestras amigas... pues bien, yo creo que la aceptaría con los ojos vendados, os lo aseguro.

Naturalmente el calor de la Línea eleva el agua en vapores, formando esa sombría faja. El observador que desde otro planeta contemplara el nuestro, vería cernerse sobre él un anillo de nubes con corta diferencia como observamos nosotros el de Saturno.

Sirva de modelo y aunque de escaleras abajo, la siguiente anécdota: No muchas noches que mi espíritu observador me llevó á la puerta de un establecimiento de refrescos; tomé asiento, y no bien había saboreado los primeros sorbos de una limonada, escuché el siguiente diálogo que salía de un grupo próximo adonde yo estaba. Vamos, D. Juan, ¿cómo van esos ensayos?

Semejante observador, ó más bien adivino, podría haber pensado que, después de haber sostenido Ester las miradas de la multitud durante siete largos y malhadados años soportándolas como una necesidad, una penitencia, y una especie de severa religión, ahora, por la última vez, las afrontaba libre y voluntariamente para convertir también en una especie de triunfo lo que había sido una prolongada agonía.

Hoy Cartagena es un inmenso escombro, cuyo espectáculo aflige profundamente al viajero; pero la hermosura romántica de la ciudad, la esplendidez de sus bahías, su admirable posición marítima, su importancia y sus facilidades para el comercio interior, el carácter de su poblacion y los nobles recuerdos que le pertenecen, hacen de esa plaza un objeto tan interesante como simpático para el observador extraño.

Al temor a la murmuración debemos en gran parte la lenta y trabajosa perfección de nuestra conducta. El ejercicio de la murmuración tiene sus dificultades: hay que ser espiritual, ingenioso, prudente, observador, hábil de expresión. De lo contrario el murmurador, en lugar de crucificar a los demás, se crucifica a mismo. Muchas personas se alaban de no ser murmuradoras.

Su espíritu observador notó en la iglesia un filón menos obscuro y triste que el de las cuevas de allá abajo. «El cura no trabajaba y era más rico que su padre y los demás cavadores de las minas. Si ella fuera hombre no pararía hasta hacerse cura.

En este círculo limitado se presenta siempre con ventaja, ya por su espíritu perspicaz y observador, ya por su ingenio y travesura, ya porque no hay oposición alguna entre el asunto y la manera de tratarlo, ya, en fin, porque la expresión cuadra perfectamente al objeto expresado. De aquí también que sus pasos sean los que más nos satisfagan.

Pero el Sr. Cané es, a la verdad, un espíritu observador. Véase si no el siguiente chispeante retrato de Diego Fallon, cuyos cantos A las ruinas de Suesca y A la luna son de tan extraordinario mérito. «Figuraos una cabeza correcta, con dos grandes ojos negros, deux trous qui lui vont jusqû'

Palabra del Dia

mármor

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