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Actualizado: 9 de octubre de 2025
Desde la cumbre, á la cual se llega por un camino empedrado y peldaños abiertos en la roca, se divisan, extendidas á los pies del observador, las ricas llanuras que atraviesa el Hoang Ho, corriendo ora hacia uno, ora hacia otro golfo, apagando con su agua la sed de multitudes de hombres más numerosas que las espigas en un campo.
El observador hubiera visto moverse sus labios, deletreando en silencio la lectura mística, mientras dirigía con súbita mirada los ojos hacia la puerta, los tornaba en derredor, miraba á Clara sin fijeza, y, por último, se quedaba con la vista fija en el espacio, como cuando nos abandonamos á la contemplación de lo que no está junto á nosotros ni donde estamos nosotros.
En realidad, las palabras caer, arriba y abajo son expresiones cuyo sentido es completamente relativo, esto es, que depende de la posición de cada observador. En cada punto, la vertical indica la dirección en que caen los cuerpos graves. Siendo redonda la Tierra, las verticales de todos sus puntos irían á reunirse, si se pudiera prolongarlas, en el centro mismo de nuestro globo.
Thiers tenía en la cabeza, y por necesidad formaban con sus piernas un ángulo recto, cuyo vértice se acercaba á la cara del observador, el cual, con risas y palmadas, aplaudía la desenvoltura, reclamando la repetición.»
No, Baldomero, esa agua no enferma a nadie; pero fíjese usted que es tan observador insistió Melchor, que ningún animal come y bebe al mismo tiempo. El único es el hombre; los demás animales comen cuando tienen hambre y beben cuando tienen sed. ¿Sabe que es cierto?... La observación no es mía... la he leído... no sé dónde... y la sigo... Yo también dijo Ricardo, por eso no como con agua...
Conviene el filósofo aleman en que la identidad de la persona se halla inevitablemente en nuestra conciencia; esto es, que el yo se halla á sí propio numéricamente idéntico en la diversidad del tiempo. Es verdad tambien que un observador extraño, no concibe al yo sino en el tiempo; esto es, que si un hombre piensa en el alma de otro hombre, no la concebirá sino en el tiempo.
Y esos fenómenos, que la ciencia explica por el análisis del organismo animal, se patentizan fácilmente en las galerías zoológicas. Allí el observador puede leer en la mirada del reptil, sobre todo del enorme boa, las gradaciones de la irritabilidad.
En la existencia del viajero, el recuerdo de una localidad determinada, reviste el colorido que le trasmite la edad y el criterio del observador: si, con el correr del tiempo, regresa y quiere hacer revivir in natura la impresión de antaño, sólo cosechará desilusiones, porque pasan los años, se modifica el criterio y las cosas cambian.
Sevilla es un inmenso museo, en toda la fuerza de la palabra, así en lo material como en lo moral. El adjectivo pintoresco es sin duda el que cuadra mejor al tipo sevillano. Hay en el fondo de todo lo que allí vive y se agita, como de lo inanimado, una manifestacion vigorosa de poesía, de tendencia á lo maravilloso, de expansión sentimental, que no puede escapar al observador.
Esta sucesion de fenómenos puede verificarse de la misma manera, suponiendo la columna móvil y el ojo fijo: porque es evidente que si situado un observador en el centro, la columna va dando vueltas, esta, sin que el observador se mueva, se irá pintando en todas las paredes.
Palabra del Dia
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