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Actualizado: 25 de mayo de 2025


¿Pero qué sabe usted si consentía? No sabía nada. Y si ahora desafía al otro, será que descubrió algo.... O que se ha cansado de aguantar... O no habrá tal desafío. Toda la tarde se habló allí de lo mismo. Al obscurecer llegó Ronzal. Nadie se atrevió a interrogarle al principio.

Desde el obscurecer estábamos en palacio cuatro de los míos y yo; dos fuera en acecho; dos en el patio hasta que se cerraron las puertas, y yo en el interior. Vagaba yo por las galerías, y sin saber cómo no podía separarme de la habitación de doña Clara Soldevilla, cuando he aquí que un hombre llama y le abren.

Saldremos muy temprano al amanecer si usted quiere; ¡está el paseo grande tan hermoso a tales horas! O si no al obscurecer, a tomar el fresco, por una carretera.... Por Dios, hija, va usted a enfermar otra vez. No, no salgo... y Ana movía la cabeza como los ciegos . Por Dios, don Tomás, no me atormenten, no me atormenten con ese empeño.... Ya saldré más adelante... no cuándo.

Después de mucho tiempo y no pequeños esfuerzos, entramos al obscurecer en una ensenadita árida y silenciosa, animada solamente por el vuelo circular de algunas aves. En cuanto de la playa alcanzaba la vista, erguíanse altas rocas escarpadas, intrincados laberintos de arbustos verdes, de un verde obscuro y hojas perennes.

Dos, tres veces, ya al obscurecer, entró el Magistral en el zaguán obscuro del caserón de la Rinconada. Quería saber algo, espiar los ruidos... pero a llamar no se atrevía... «¿A qué iba él allí? ¿Quién le llamaba a él en aquella casa donde en otro tiempo tanto valía su consejo, tanto se le respetaba y hasta quería? Nadie le llamaba.

No llovió. El toldo gris del cielo continuó echado sobre el pueblo todo el día. Una hora antes de obscurecer salió la procesión del Entierro de la iglesia de San Isidro.

Además me era insoportable la presencia de los periodistas, desde el día en que me ajustaron las cuentas y pusieron en solfa mis sonetos. Me repugnaba el trato de mis críticos, solamente soportables para cuando discutían y se peleaban, cada cual en defensa de sus «ideales». Nada más triste que Villaverde al fin del día; nada más horrendo que mi ciudad natal después de obscurecer.

Por no regresar con ellos a Madrid prefirió quedarse a comer en la casa y partir en el tren que debía pasar a las nueve de la noche. En cuanto a Barragán, fue instado para que pernoctara allí, pero no aceptó. A la hora de obscurecer montó de nuevo a caballo y la emprendió hacia Villalba, donde pensaba dormir. Reynoso quedó haciendo comentarios alegres.

De haber sabido que Dragut se hallaba en aquel momento en la isla con poca gente, en hostilidad con la de los naturales y lo de las dos galeras, tomara otro sesgo la jornada. Duraron las escaramuzas hasta el obscurecer. Concluída la operación del agua, que vino á costar algunos heridos, entre ellos Don Álvaro de Sande de arcabuzazo en la ijada y el Capitán Pedro de Aguayo en un brazo.

No había duda, el Magistral la necesitaba a ella en el caserón llegado el momento crítico... si salía antes y después no le servía, podía echarla de casa por inútil. Había que hacerlo todo pronto, inmediatamente. ¿Y qué iba a hacer? Una traición, eso desde luego, pero ¿cómo...? En esto pensaba cuando entró en el comedor, ya al obscurecer, a preparar la lámpara.

Palabra del Dia

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