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» Cierto; pero la misma gravedad de ese... caso, y el singular aspecto que presenta para , y hasta las mutuas conveniencias, no lo dude usted, me obligan a ser desengañada, sin temor de pecar de dura, con un hombre que con tan poco se conforma en negocio de tan grande entidad... En substancia, y para concluir, señor don Mauricio: yo acepto su mano de usted, con la terminante condición de que he de tener en usted la menor cantidad posible... de marido, con todos los privilegios e inmunidades que de este hecho se desprendan en beneficio de la libertad e independencia compatibles con el rango que ocupo en la sociedad, y con mis gustos e inclinaciones.

Así, por ejemplo, Mosheim dice: «El candor y la imparcialidad me obligan á confesar que los adversarios de los jesuítas, al mostrar la torpeza y negrura de varias de sus máximas y opiniones, han ido más allá de lo que debían, y han exagerado las cosas para abrir más extenso campo á su celo y á su elocuencia.

La obra es por contrata; al contratista le dan sus buenos millones, y él hace el edificio como si fuese de cartón. Lo que importa es ganar dinero, mucho dinero, para partírselo tal vez con los mandones que le protegen. Los que conocemos el oficio temblamos de miedo al ver cómo nos obligan a construir.

Admiro y respeto mucho los motivos que le obligan a obrar de tal manera, aunque mi amor propio disfrazado bajo el color de la fortuna de mis hijos, me conduzca a desear tales honores, y la natural forma y nombradía que lleva consigo un cargo semejante. 7 de enero de 1810. La peligrosa ociosidad en que se encuentra mi Alfonso me tiene inquieta.

Porque si fuérais su majestad... ¡oh! ¡Dios mío! moriría de una manera doble... y perdonadme, señora... pero necesito hablaros de mi amor por la última vez: si sois la reina, mi lealtad, mi deber, me obligan á sufrir, á callar, á guardar para solo este amor que yo no he buscado... y luego, ¡al veros de otro hombre!... ¡casada!... ¡oh, Dios mío!... ¿Pero es posible que me améis de tal modo?...

De lo que se deduce que: costándonos el conocimiento de cada verdad una contusión, y siendo infinitas las verdades que nos obligan a descubrir las ilusiones que debemos a nuestro amor propio, un hombre no puede llegar a tener experiencia, sin encontrarse completamente descoyuntado.

»Como mi debilidad es tan grande, apenas puedo tenerme de pie; y, sin embargo, el delirio, el desasosiego me obligan a andar... a pasear por la sala y a escribir, para ver si puedo apartar de los tristes pensamientos que me devoran. Un mar de moscas no me deja tener las manos sobre el papel.

¿Cómo sabéis vos lo de las cartas? repitió doña Clara. Yo, señora... como tengo mujer... como tengo una hija... ¿Pero qué tienen que ver en esto vuestra mujer y vuestra hija? Tienen... porque me obligan á pensar en ser rico... ¿Pero no me comprendéis? ¡no os pregunto eso! ¡nada me importa eso! Es que, señora, como quiero ser rico, trato con ese Gabriel Cornejo.

Una de las causas de esta rota de Miguel, fué pelear con gente á quien habia quebrado la palabra, que como el guardarla se debe por derecho universal de las gentes, y todas las leyes divinas, y humanas nos obligan á ello, permite Dios tales sucesos, y que los Bárbaros triunfen de los Cristianos como en castigo de tan execrable maldad.

Allí la tolerancia solía tener su asiento; y las personas, los personajes en quien más arraigadas están ciertas ideas venerables al fin, porque son profesadas con sinceridad y vienen hasta cierto punto de abolengo, obligan por la raza, esos mismos personajes, entre los cuales cuento al papá de este joven ilustrado, a mi buen amigo y condiscípulo el excelentísimo señor marqués de Vegallana, respetaban mis opiniones, como yo las suyas.