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Esto no es de mi obligación, pero como la niña no quiere hacer este quehacer, aquí me tiene usted.... Por la noche, en torno de la mesa, mientras mi tía Pepa y Angelina hacían aquellas hermosas flores que han dejado perdurable fama en Villaverde, me instalaba yo, triste y contrariado, en un sillón, cerca de ellas, y sin decir palabra me engolfaba en la lectura de un libro ameno.

Yo no le pedia los dos cigarros que me da, sino un servicio que no me hace, una obligacion que no cumple; si quieres llamar á esto caridad, es una caridad que no me otorga, que me niega con cierto alarde de virtud; pero al cabo me la niega, y yo veria en su alarde de virtud un alarde de vanidad.

Esto suplica a V. S. Muy Ilustre la humildad de un forastero, que a beneficio de honras y favores no merecidos, se reconoce gustoso con obligación de paisano.

12 La más heróica fineza y fortuna de Isabela, de Don Juan de Matos, D. Diego y D. José de Figueroa y Córdova, caballeros del hábito de Cristo, Alcántara y Calatrava. 1 El lazo, banda y retrato, de D. Gil Enríquez. 2 Rendirse á la obligación, de D. José y D. Diego de Figueroa. 3 El Santo Cristo de Calabria, de D. Agustín Moreto.

» Mi hijo insistió con voz tremenda el espectro no tiene obligación de saber esas cosas, ni sus padres la tienen tampoco: lo que saben los padres y el hijo, porque son bautizados y no han renegado nunca de serlo, es que hay que bajar la cabeza cuando pasan las iras del cielo, como pasan ahora para castigo de usted. Quien la hizo, que la pague.

Que transcurrida bien una hora, se abrió otra vez el postigo y salió un hombre, en quien el declarante conoció, á pesar de lo obscuro de la noche, por el andar, á su señor don Rodrigo Calderón; que apenas don Rodrigo había andado algunos pasos cuando fué acometido, y que queriendo ir el declarante á socorrerle, como era de su obligación, se encontró con el otro hombre, que le esperaba daga y espada en mano, y en quien á poco tiempo conoció á don Francisco de Quevedo.

Le he visto tan afanado buscando medio de hablar á vuestra majestad; me ha encarecido de tal modo la importancia del asunto que le mueve á pedir una audiencia inmediata á vuestra majestad, que siendo quien es don Francisco, he creído de mi obligación... Pues bien, doña Catalina, decid á don Francisco que se presente á los de mi cámara; yo daré orden... le recibiré...

Pedía consejo a su doncella si daría, o no, todo aquel suceso a su querido esposo; la cual le dijo que no se lo dijese, porque le pondría en obligación de vengarse de Lotario, lo cual no podría ser sin mucho riesgo suyo, y que la buena mujer estaba obligada a no dar ocasión a su marido a que riñese, sino a quitalle todas aquellas que le fuese posible.

Cristeta quiso expresar todo lo que sentía, y acordándose tal vez de que fue comedianta, lo formuló en lenguaje, aunque sincero, un poquito dramático, diciendo: Lo que yo quiero no es tu libertad, sino tu cariño. ¿Casarnos? ¿Para qué? ¿Para darte por seca y rigurosa obligación lo que por libre y complacido albedrío quiero que sea tuyo? ¿Para mermar a la pasión el encanto de la espontaneidad? ¿Por ventura serán entonces más cariñosos tus besos, más prietos tus abrazos? ¿Tendremos mayor firmeza en la confianza ni más brava abnegación en la desgracia? ¿Qué ceremonia, qué rito, que fórmula ha puesto el Señor por cima de este anhelo con que mi pensamiento quiere volar para hacer nido en tu alma?

Durante algunos meses vivió el ciego sin salir a la calle más que para cumplir su obligación; de casa a la iglesia, y de la iglesia a casa.