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Actualizado: 14 de mayo de 2025
En esto vio que la mona volvía... Verla y cegarse fue todo uno. No podía darse cuenta de lo que le pasó. Obedecía a un empuje superior a su voluntad, cuando se lanzó hacia ella con la rapidez y el salto de un perro de presa. Juntáronse, chocando en mitad del angosto pasillo.
Fué preciso dar sobre todo esto, mi opinión y mis consejos. La señorita Margarita lo solicitaba con una especie de afectación cruel. Yo obedecía con agrado; luego entraba en mi torre, tomaba de un cajón secreto el despedazado pañuelo que con riesgo de mi vida había salvado y enjugaba mis ojos. ¡Cobardía aún! pero ¿qué hacer? La amo.
6 como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor; de la cual vosotras sois hechas hijas, haciendo bien, y no sois espantadas de ningún pavor. 8 Y finalmente, sed todos de un consentimiento, de una afección, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables;
Romagné jamás se quejaba de nada, por muy extraña que la nueva situación le pareciese. Obedecía como un esclavo, o, por mejor decir, como un buen cristiano, todos los mandatos del hombre que le comprara su piel. Se levantaba, se sentaba, se acostaba, se volvía hacia la derecha o la izquierda, según el capricho de su señor.
Juan Maury tenía de esta mujer tres hijos legítimos; y, según me contaron, si a ellos los amaba como padre, a ella la obedecía y la acataba como rendido adorador a una diosa.
Salvador observaba en la fisonomía de su hermano los estragos de la enfermedad. Estaba cadavérico. Sólo la mitad de su cuerpo se movía difícil y temblorosamente, y a veces la lengua no le obedecía bien y trituraba las palabras. Sí dijo Salvador . Me dijeron que estabas muy solo, y he venido a hacerte compañía.
El camino donde se encontraba la columna era muy estrecho y la posición que ocupaban los rebeldes era espléndida, como escogida, por antiguos mambises muy prácticos y muy conocedores de todos aquellos lugares. De repente el capitán Perdomo ordenó Al galope, y todo el escuadrón como un solo hombre obedecía con extraordinaria rapidez.
Pero la obedecía a medias, mirándola con malicia, y suspendiendo su movimiento de ataque. «Ya me conoce pensaba ella . Ya sabe que soy su mamá, que lo seré de veras... Ya, ya le educaré yo como es debido».
Y como él no obedecía castigué a los caballos con mi varilla: antes que él hubiera pensado en sostener más fuertemente las bridas, los caballos galopaban ya libremente en el bosque. ¿Y ahora? dijo mi primo poniéndose las manos en los bolsillos. ¿Te imaginas que van a dejarse coger otra vez? Por ti, no respondí riéndome, pues estaba segura de mis favoritos.
El capitán era el jefe del combate, el hombre de espada, el primero de todos en presencia de una nave hostil o de una costa abordable; pero en pleno mar obedecía, lo mismo que los demás, al grave piloto, agorero personaje que examinaba el color de las aguas, el vuelo de las gaviotas, la intensidad de los vientos, los tintes del alba y las nubes sangrientas de la puesta del sol.
Palabra del Dia
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