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Actualizado: 26 de junio de 2025
Su fisonomía decía muchas cosas, pero su filiación no os hubiese dicho nada. Se vestía con un aseo que se confundía con la elegancia; el corte de sus patillas castañas era irreprochable y su raya se prolongaba casi hasta la nuca. No era un hombre vulgar y, sin embargo, no se salía de lo vulgar.
Power y abandonó a su compañero, acodándose al lado de ella en la baranda. «¡Demonio de mujer! pensó Maltrana . Parece como que huele a Fernando. Cualquiera diría que tiene ojos en la nuca para verle. Está de cara al mar y apenas nos aproximamos, vuelve la cabeza sonriendo de antemano, segura de que es él quien se acerca.»
Al pasar por el Convento reconocí al P. Solis que sabía muy tranquilo, embozándose en la capa; dos calles adelante al doctor Sarmiento, lo mismo que siempre, con levita larga, el bastón bajo el brazo y el sombrero espeluznado caído hacia la nuca. Por fin... ¡la Casa de Diligencias!
Dijo esto el presbítero titubeando, poniéndose encendido hasta la nuca, porque su impulso primero había sido exclamar: «Señorita Marcelina, aquí está mi sangre a la disposición de usted».
En medio de su mala ventura, la idea de que Schlingen, el especulador afortunado, el atrevido acaparador de títulos, el rey de la rueda, en fin, estuviera comprometido en la liquidación, le hizo el efecto de una ducha en la nuca. ¿Era entonces tan seria la catástrofe? ¿No había barreras para el torrente? Si Schlingen caía, ¿quién iba a quedar en pie?
Los músculos lumbares, los del dorso y de la nuca son el sitio de sacudidas espasmódicas, de dolores generalmente dislacerantes y de sensaciones de presion, de cansancio, de debilidad, de rigidez. Estos síntomas son bastante numerosos y variados para simular una afeccion de la médula espinal.
No se engañó don Simón, en cuanto al efecto que se prometía, en su mujer a lo menos, de este argumento; pues doña Juana, como si le hubiera recibido en medio de la nuca, descompuesta y febril, comenzó a fulminar tempestades sobre su hija, porque, con sus locos amores, quería desautorizar a su familia ante la ilustre clase a que ya se daba por perteneciente.
No bien nos instalamos en nuestra mesa al día siguiente, el cura y yo, abriose con estrépito la puerta y vimos entrar a Petrilla, con la cofia en la nuca y los zuecos llenos de paja en la mano. ¿Qué hay? ¿Fuego? interrogó mi tía. No, señora; pero a buen seguro que está el diablo en casa.
Apenas la ventosa hubo dejado expedito un gran agujero, asomó por él una cabeza. Doña Feliciana, sin dar el quién vive, le clavó el rejoncillo en la nuca. El ladrón exhaló un grito de muerte, y sus compañeros pusieron pie en pared.
Tomaba extrañas e increíbles posturas. A veces las piernas en cruz subían por un tablero próximo hasta mucho más arriba de donde estaba la cabeza; a veces una de ellas se metía dentro de la estantería baja por entre dos garrafas de drogas. En los dobleces del cuerpo, las rodillas juntábanse a ratos con el pecho, y una de las manos servía de almohada a la nuca.
Palabra del Dia
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