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Actualizado: 4 de junio de 2025
De don Pedro Miranda, absteníanse de murmurar los murmuradores, no por otra razón sino por tenerle solicitado para que dejase la participación en el periódico, a lo cual le veían inclinarse desde la refriega de los clérigos; pues era don Pedro cristiano viejo y muy grande amigo del capellán de las Agustinas.
Hoy trabajarás mucho, Visanteta. Mi gusto hubiese sido encomendar, como de costumbre, un par de platos a la fonda. Pero tengo convidado a mi hermano, que es un rancio y me requema la sangre como si fuese una despilfarradora. Por esto he querido que la comida fuese casera. A ver si aun así encuentra motivo para murmurar.
Examinose entre ambos cónyuges la cuestión, y el duque, que ya se iba encariñando con todo lo que tuviera sabor de discusión, aprovechó la oportunidad, hablando largamente de su decoro y prestigio, de que no quedase lastimada su dignidad, y de otra porción de cosas que hubieran hecho murmurar a cualquiera: palabras, palabras, palabras.
El nochiero llama el Dante al sombrío pasante de las almas perdidas... Siento un rumor lejano, un apagado murmurar, el tenue choque de maderas contra las piedras. Avancemos; al doblar una esquina, aparecen unos quince o veinte hombres, ocupados en colocar los atriles de una orquesta frente a los balcones desiertos de una casa envuelta en la oscuridad.
Entonces Carmen se levantó con un instintivo impulso de defensa. Estaba blanca y tenía en los ojos un extraño fulgor. Los puso en doña Rebeca con tal expresión de firmeza y desprecio, que la vieja abatió los brazos y la voz para murmurar: ¿Me desafías?... ¿Te burlas de mí?... Tú eres la santa..., la santa....
Se ha ido a enamoricar el pobrecillo de una mujer que sólo goza teniendo a los hombres rendidos a sus pies... Además, aquí entre nosotros, y que no sea decir nada contra Villa, que es una excelente persona, ¿cree usted que es partido para la condesa del Padul un comandante de infantería? Por no murmurar de un amigo ausente, me encogí de hombros.
Algunas veces, cuando una observación más aguda surgía de la pluma, sonreía; y después de un párrafo largo y compacto en el cual alguno de sus personajes había hablado largo y tendido, reflexionaba un instante, como si tomara aliento, y oíale yo murmurar: «Vamos a ver, ¿qué replicamos?» Y cuando le venía el deseo de hacer confidencias, me llamaba y me decía: «Oiga esto, señorito Domingo.» Raras veces llegaba a comprenderle. ¿Cómo era posible que me interesara por asuntos de personas a quienes no conocía, a las cuales jamás había visto?
Malo es murmurar dijo D.ª Serafina Barrado para salir del silencio embarazoso que reinaba, disgustada como las demás por aquella injustificada agresión; pero muchas veces se toma por murmuración lo que no es. Se habla de cualquier persona... por hablar de algo, sin ánimo alguno de ofenderla.
No puedo permitir que, viéndole á usted metido allá á todas horas, supongan... Casi se arrepintió de sus palabras al notar el doble efecto que producían en el joven. Primeramente se indignó. ¿Había quien osaba murmurar de aquella gran señora, tan santa para él?
El señor Cifuentes acompañó hasta la puerta a la aristocrática pareja, con sus manos siempre metidas en las mangas, y al verla desaparecer en el coche, permitióse murmurar del sobrino de su tío y de su tío mismo, diciendo para su sotana: ¡Exacta alegoría del mundo!... La necedad amparando al vicio.
Palabra del Dia
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