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Actualizado: 4 de junio de 2025
Sujetole al mismo tiempo por el cuerpo y lo metió en la trastera de golpe. Tomó del suelo una mordaza y un cordel que allí tenía preparados; le puso la primera; atole con el segundo las piernas y los brazos y lo dejó tendido boca arriba sobre un felpudo diciéndole: No te muevas. Si haces el más pequeño movimiento, hay ahí unos ratones que vendrán a comerte las narices.
Si te envío recado, llevarás el maletín donde te mande, y hasta que recibas noticias mías, mucho cuidado con la casa, y cuando te escriba harás lo que te indique al pie de la letra. ¿Te has enterado? De todo, señor. Ya lo sabes. No te muevas de aquí hasta que recibas orden por escrito; puede que vuelva..., no lo sé, y puede que te mande cerrar la casa y venir donde yo esté. Comprendido, señor.
Ya ves cómo han cambiado los tiempos... Un buen marido es un mito, abuela... Por mucho que muevas la cabeza, no puedes menos de reconocer que los maridos actuales no valen lo que los de entonces. Sí, hija mía, sí, valen lo mismo. Solamente, en otro tiempo, las mujeres tenían... ¿cómo diré yo?... tenían más paciencia... más dulzura... más abnegación.
Sin duda van a hacer algo en las esclusas responde él en el mismo tono. No te muevas y no tengas miedo. La sombra avanza rápidamente... Un grito, una especie de rugido animal, atraviesa la noche, dominando el ruido de la tempestad. ¡Es Martín! dice Juan, retirándose algunos pasos.
Pues yo os digo que en la casa de mi padre hacéis vosotros la misma falta que los canes en la de Dios. Eso os digo. Harto habéis ordeñado esa vaca, y no penséis que por ser muerta mi madre.... Pues allá iremos, sin contar con su venia. ¡Calla, rapaz! No muevas pleitos. Hablo aquello que bien me parece, mi padre. ¡Lo malo será que te arranquen la lengua! La defienden los dientes.
No se mueva usted, no se mueva usted gritaba don Víctor, haciendo aspavientos debajo de la barquilla, y probablemente viendo lo que a Obdulia, en aquel trance a lo menos, no le importaba mucho ocultar. No te muevas, no te muevas, mira que si te caes te matas... decía Paco, que buscaba algo para desenganchar el columpio.
Te juro, guapo destrozador de corazones, que será una bonita lección de cosas, de la que saldrás disgustado. En fin, puesto que lo deseas, no puedo negártelo. En este preciso instante llega una cliente. ¡Escóndete en el compartimiento número uno, y, sobre todo, no te muevas...! Introduce a Beauvallon en uno de los exiguos compartimientos, y corre las cortinillas de entrada.
Palabra del Dia
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