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La Sociedad de Beneficencia recorre secretamente las casas en busca de suscripciones; improvisa recursos para mantener a las heroicas maestras, que, con tal que no se mueran de hambre, han jurado no cerrar sus escuelas, y el 25 de Mayo presentan sus millares de alumnas todos los años, vestidas de blanco, a mostrar su aprovechamiento en los exámenes públicos... ¡Ah, corazones de piedra! ¿Nos preguntaréis todavía por qué combatimos?

Sólo las viruelas y el sarampión son los que causan estragos horrorosos; bien es que éstos provienen en parte de que, pasándose muchos años sin experimentarse estas epidemias, cuando acometen, como son pocos los que viven que las hayan tenido, y se extiende prontamente el contagio, no se halla quien asista a los enfermos, porque todos huyen de que se les comuniquen, con que no es mucho que mueran casi todos, siendo maravilla el que escape alguno a esfuerzos de la naturaleza.

Tiene hijos, y perecerán.... no importa.... que perezcan; tiene padres y morirán de pesar.... no importa.... que mueran: así será herido en mas puntos su infame corazon; asi sangrará con mas abundancia; asi no habrá consuelo para él; así se llenará la medida de su afliccion; así derramarás en su villano pecho toda la hiel y amargura que él un dia derramara en el tuyo.

Uno de los jóvenes, con quien se solaza Divina, habla así de Roma, de donde viene, provocado por la dama: «De Roma no qué diga Sino que por mar y tierra Cada día hay nueva guerra, Nueva paz y nueva liga; La corte tiene fatiga, El Papa se está á sus vicios, Y el que tiene linda amiga Le hace lindos servicios: Los ricos con sus oficios Triunfan hasta que mueran, Y los pobres desesperan Esperando beneficios.

Ya no era sólo «nuestro poeta»; era el hombre que había gritado: «¡Abajo Guillermo! ¡Mueran los verdugosHasta los niños de las escuelas sabían esto, por haberlo oído á sus profesores, y al encontrar al señor Simoulin se descubrían con veneración, como si viesen pasar la bandera de la patria.

Simoulin describió la salida del triste rebaño humano conducido á la esclavitud. Al frente iban él y el comandante. Y al pasar ante el jefe de aquellos bandidos, Pierrefonds y yo, estrechamente abrazados, deseando morir, le gritamos en pleno rostro: «¡Abajo Guillermo! ¡Mueran los verdugos

¡Ladrones! ¡ladrones!... Matan a los trabajadores para hacerse ricos... Sólo les importa el negocio, y los pobres que mueran como perros. Después encarábanse con los hombres que iban llegando, albañiles casi todos, que llevaban pendiente del cuello el saquito de la comida. Los insultaban con groseras palabras. ¡Calzonazos!

Lo hago porque están casi todas agotadas; pensando que es deber de padre no consentir que mueran sus hijos, aunque no sean tan buenos ni tan hermosos como él quiso engendrarlos; y también porque considero que el hombre tiene derecho a despedirse de la juventud recordando lo que durante ella hizo honradamente y con amor. Otra disculpa pienso que atenúa mi atrevimiento.

19 Y de ella se lavarán Aarón y sus hijos sus manos y sus pies. 20 Cuando entraren en el tabernáculo del testimonio, se han de lavar con agua, [para que] no mueran; y cuando se llegaren al altar para ministrar, para encender al SE

Alzan los nuestros al momento un grito Alegre, y no medroso; y gritan, arma, Arma resuena todo aquel distrito; Y aunque mueran, correr quieren al arma. La soberbia y maldad, el atrevido Intento de una gente mal mirada Ya se descubre con mortal ruido. Dame una voz al caso acomodada, Una sotil y bien cortada pluma, No de aficion, ni de pasion llevada.