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Actualizado: 10 de junio de 2025
Los galanes las seguían paso a paso, guiando el arado, muy enhiesta la crinada pica. ¡Qué benéfico el aire de las montañas!
Mi tía Eugenia vive en Marín. Hace tiempo que no nos hablamos. Mi padre ha reñido con ella... pero ¿qué importa? ¿Y dónde está Marín? A una legua de aquí, camino de Lada. Vamos a allá repuso el joven resueltamente. Y echaron a andar a buen paso por el angosto camino de la cañada. La noche estaba más clara. El disco de la luna asomaba grande, rojo, inflamado, por encima de las montañas.
Tal es la poética leyenda que nos describe á la tierra como una gran flor de loto cuyos pétalos son las penúnculas extendidas sobre el Océano y cuyos estambres y pistilos son las montañas de Meru, generatrices de toda vida.
De esta manera, la multitud de tesoros que dieron los bosques y las montañas para Tomasín, fue incalculable. Circundado de juguetes tales como jamás los tuvo niño alguno en el país de las hadas, es de esperar que Tomasín viviese satisfecho.
Los pequeños vapores que viajan de un punto á otro, ofrecen comodidad y aseo. Al comenzar la travesía, el viajero contempla admirado las encumbradas montañas de Riggi y Pilato, coronadas de nieve, que esconden su cabeza en las nubes.
En algunos lugares descendía rápidamente sobre el Mediterráneo, con el ligero declive de un baluarte, sin ninguna alteración que disimulase su derrumbe. En otros puntos su caída era más suave, creando un oleaje de piedra, montañas filiales que avanzaban sobre las olas, dibujando cabos y suaves golfos.
Laura, que ignora la traición que se trama, le habla amistosamente, creyendo que es el secretario del Príncipe, y sus palabras afables, por desgracia, son á los ojos de Oranteo una prueba decisiva de su inconstancia. Laura, pues, es arrastrada á la cárcel, y sus hijos, sin saber su origen, se envían á un lugar escondido entre montañas, para ser criados con una familia de labradores.
Una estatua señala a la puerta un mapa donde se ve de realce la república, con el río por donde entran al país los vapores repletos de gente que va a trabajar; con las montañas que crían sus metales, y las pampas extensas, cubiertas de ganados.
Ondulando en el éter, sobre los campos, despliega la neblina su blanco tul, y la apolínea antorcha, con vivos lampos, arrebola del cielo la veste azul. En la cúspide esbelta de las montañas, donde el águila altiva trenza su nido, mecidas por la brisa sueñan las cañas con la inflexión de un hondo flébil quejido.
Si la historia enmudece ó dice pocas palabras sobre las marchas y contramarchas que los cambios de climas han impuesto á los pueblos, basta en cambio con mirar, para ver cómo responde la diferencia de los hombres en las laderas opuestas de casi todas las montañas, á la diversidad de temperatura y de medio ambiente.
Palabra del Dia
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