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Actualizado: 28 de junio de 2025
Yo le dije que le aseguraba de que me había persuadido a muy diferentes cosas de las que veía. -Pues aún no ha visto nada V. Md. -replicó-, que hay tanto que ver en mí como tengo, porque nada cubro. Veme aquí V. Md. un hidalgo hecho y derecho, de casa de solar montañés, que si como sustento la nobleza me sustentara, no hubiera más que pedir.
Vale mucho más otra comedia de La Hoz, titulada El montañés Juan Pascual y primer asistente de Sevilla . Indicaremos, por tanto, el argumento de esta obra dramática digna de aprecio. El rey Don Pedro el Justiciero, más conocido bajo el sobrenombre de Cruel, se extravía cazando en la inmediaciones de Sevilla.
En la provincia, cuya capital era Vetusta, abundaban por todas partes montes de los que se pierden entre nubes; pues a los más arduos y elevados ascendía el Magistral, dejando atrás al más robusto andarín, al más experto montañés. Cuanto más subía más ansiaba subir; en vez de fatiga sentía fiebre que les daba vigor de acero a las piernas y aliento de fragua a los pulmones.
Allí había ido a parar el brazo de Nicolás, y ahora se ocupaban los doctores en extraer una bala del hombro de un montañés del Harberg, de rojas patillas, para lo cual hacían a éste anchas incisiones en forma de cruz en la espalda, cuya carne se estremecía, y de los velludos costados del herido la sangre corría hasta las botas. ¡Cosa extraña!
De éstos, salieron el 23, para represar las naves que estaban a la vista, el Montañés, el San Justo, el San Francisco y el Rayo; pero los dos últimos se perdieron en la costa, lo mismo que el Monarca, de 74, mandado por Argumosa, y el Neptuno, de 80, cuyo heroico comandante, D. Cayetano Valdés, ya célebre por la jornada del 14, estuvo a punto de perecer.
Publiqué los tales sonetos en «El Montañés», previa la aprobación de don Román, quien los tuvo por buenos y muy buenos, antes y después de que «La Voz de Villaverde», «La Sombra de Vega», y cierto periodiquín de Pluviosilla los hicieran trizas y pusieran al autor como chupa de dómine. Por supuesto que no salieron con mi firma.
Al saber que la gentuza entraba en la ciudad, se había metido con su valiente acólito en el colmado del Montañés, cerrando bien las puertas para que nadie les estorbase. Había que hacer genio, beber un poco antes de emprender la faena. Tiempo les quedaba para salir y hacer correr a tiros a la canalla.
Mientras tanto, don Álvaro de la Gerra fue trazando nuevos y curiosísimos rasgos del carácter, original hasta lo increíble, de aquel hidalgo montañés. Así llegamos a la iglesia, en la que no hubiéramos logrado penetrar sin salir, como salieron de ella, parte de los que estaban dentro, los cuales apenas cabían después en el soportal, que también estaba atascado de gente.
3 ¡Mi montañés! En el campo son tus riquezas; todos tus tesoros daré a despojo, por el pecado de tus altos en todos tus términos. 4 Y habrá remisión en ti de tu heredad, la cual yo te di, y te haré servir a tus enemigos en tierra que no conociste; porque fuego habéis encendido en mi furor, para siempre arderá.
Catalogo de las obras auténticas que se conservan de Velázquez con expresión de donde se hallan y quién las posee Cuadros perdidos Bocetos, dibujos y grabados Bibliografía Velázquez, por él mismo. Los Borrachos Cristo atado a la columna Pablillos de Valladolid El Conde-Duque de Olivares Cristo crucificado Rendición de Breda Martínez Montañés Inocencio X Felipe IV La Venus del espejo
Palabra del Dia
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