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Actualizado: 15 de mayo de 2025


Al pie de su áspero tronco no crece planta alguna; solo sus ramas se alzan sobre las candentes arenas sembradas de monstruosos bloques. La casuarina tiene en el balete un hermano que gusta de las ruinas tanto como ella.

Los vagabundos de estas tierras vírgenes, pastores y bandidos, hablaban de gigantescos animales entrevistos al anochecer en las orillas de los lagos, devorando de un golpe praderas enteras; y el doctor, como otros muchos sabios, había creído en la posibilidad de encontrar un superviviente prehistórico, una bestia de los rebaños monstruosos anteriores al hombre retardada en este paraje inexplorado del planeta.

Las montañas que cerraban el valle perdían su relieve, ofreciéndose a la vista como informes y monstruosos bultos. El pedazo de cielo que dejaban ver reflejaba débilmente la luz moribunda del sol, puesto ya hacía bastante tiempo, y rompiendo a duras penas esta cárdena luz, comenzaban a brillar algunos tímidos luceros. Extinguíanse los rumores que las faenas agrícolas despiertan en semejante hora.

En la vida de las naciones ocurre lo mismo. Hoy la guerra no es más que una aplicación de la ciencia. Los pueblos más ricos se han apoderado de los mayores adelantos del arte de exterminar; tienen rebaños de acorazados, miles de cañones monstruosos, pueden mantener millones de hombres sobre las armas, con todos los perfeccionamientos modernos, sin que se quebrante su fortuna.

Así que durante una larga temporada no leyó más que relaciones sangrientas de crímenes terribles y monstruosos, en las cuales tanto se placía el fabricante de conservas alimenticias.

Sor Marcela dio una chupada y después arrojó el cigarro, haciendo ascos, escupiendo mucho y poniendo una cara tan fea como la de esos fetiches monstruosos de las idolatrías malayas. Mauricia lo recogió y siguió chupando, alternando un ojo con otro en el cerrarse y en el mirar. Después hablaron de la procedencia del pitillo.

Por su edad, por su figura, por la costumbre de Dorotea de verle todos los días desde su infancia, por la protección especial que la dispensaba, Dorotea no podía ver otra cosa en él, que un padre providencial, que había reemplazado á su padre natural. Otros amores en Dorotea respecto al bufón, hubieran sido repugnantes. Más que repugnantes, monstruosos.

Pero, lo juro por mi honor, por Dios, por lo más sagrado: mi locura será de muy diversa índole. Soñará con mi locura. Pues qué, ¿imagina que soy yo un segundo D. Valentín? ¿Piensa que me someteré á sus monstruosos caprichos? ¿Entiende que soy necio y que voy á creer lo que á ella se le antoje hacerme creer?

Cerdos y ranas se acoplaban en monstruosos ayuntamientos; los monos, con gesto innoble, se retorcían en lúbricos espasmos, y pajecillos entrelazados en posición contraria hundían la cabeza en la cruz de las calzas del compañero.

Por desgracia, los más instruídos y sensatos, que rechazaban tan monstruosos engendros, no tenían la resolución suficiente ni el espíritu poético indispensable para separar lo bueno antiguo de lo malo moderno.

Palabra del Dia

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